Como tuve ocasión de publicar en «El patriotismo anticonstitucional de una mujer gaditana: Frasquita Larrea (1775-1838)» (La ilusión constitucional: pueblo, patria, nación, ed. A. Ramos Santana, Cádiz, 2001, pp. 129-146) y en «El discurso de Frasquita Larrea y la politización del Romanticismo» (2002), la circulación de las noticias, de los papeles públicos, debió ser lo suficientemente rápida -quizás oficialmente se conociera desde el día 4, según Castro- como para que a finales de abril de 1814 Frasquita expresara abiertamente en Fernando en Zaragoza. Una visión que el rey debía constituirse en el verdadero guía de sus vasallos cristianos para conducirlos por la senda «de la verdadera ilustración», al tiempo que le invitaba a liquidar la obra constitucional de «una turba que se llama liberal por antonomasia». El folleto publicado antes del día 29 en que el Redactor general se hace eco del mismo -con grandes dosis de ironía, por cierto-, no pasó desapercibido y fue denunciado ante el tribunal de censura.
No puede extrañarnos la coincidencia de las ideas publicadas por Frasquita Larrea con la expresada en el «Manifiesto de los persas», publicado hace doscientos años y cuyos planes el monarca no tardaría en llevar a cabo muy pocos días después. Algo de esto se temían los liberales, pero la prudencia o cierta incredulidad dominaban en algunos de sus adeptos, según se desprende de la crónica del viaje de Fernando VII que publica El Redactor General.
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