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sábado, 29 de diciembre de 2012

Manuela Sáenz

Sobre la figura de Manuela Sáenz ha habido -y aún hay- mucha leyenda positiva y negativa, y sobre todo aún sigue pesando en su consideración las relaciones que mantuvo con Simón Bolívar, al que advirtió en varias ocasiones de las conspiraciones que trataban de acabar con su vida, lo que le valdría el ser conocida como "La libertadora del Libertador". Pero Manuela tenía una historia anterior que la hizo destacar  ya en su Quito natal.
          

          Manuela era la hija ilegítima del regidor español Simón Sáenz y la quiteña Joaquina Aizpuru. Parece que fue la mujer de su padre, Juana Campo, con la que vivía desde la muerte de su madre, la que le influyó ideológicamente. Con ella iba a las reuniones patrióticas, pero al llegar a la adolescencia es ingresada en un convento a fin de completar su formación.
No parece que Manuela estuviera muy interesada en vivir en este entorno y se fugó con un joven, lo que obligó a la familia a buscarle un marido más acorde a su posición. El elegido fue Jaime Thorne, rico doctor inglés, bastante mayor que ella y residente en Lima. En Lima conoce a Rosa Campuzano, amiga de San Martín, con la que reanuda sus experiencias patrióticas, de modo que terminará colaborando con sus esclavas Jonatás y Nathán en la batalla de Pichincha cerca de Quito, tanto ayudando a los heridos como en la intendencia y en el propio campo de batalla, lo que le valió el grado de teniente. San Martín, decretó condecorar con una medalla con la inscripción “Al patriotismo de las más sensibles”, a aquellas patriotas que habían destacado en la lucha por la libertad del Perú.  
          De viaje en Quito en 1822 conoce a Bolívar y decide marcharse con él. Más tarde, mientras Bolívar sigue con sus campañas, vuelve a Lima, aunque sin regresar al domicilio familiar, para continuar con sus reuniones patrióticas. Por haberse distinguido en el ejército patriota, en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, junto a Sucre, alcanzó el grado de coronel. 
          La derrota de los realistas le permite instalarse en Bogotá, Manuela se convierte en consejera de Bolívar y parece que la noche del 25 de septiembre de 1828 lo ayudó a escapar de sus asesinos e incluso se enfrentó sola a sus enemigos; pero la temprana muerte de Bolívar la priva de su amparo. 
          El presidente Santander la acusa de haber conspirado contra su gobierno y en 1834 la obligó a abandonar el país. Manuela se refugió temporalmente en Jamaica y trató de regresar a Ecuador, pero el nuevo presidente lo impidió. Manuela murió en la localidad peruana de Paita el 23 de noviembre de 1856, veintiún años después de ser desterrado por Vicente Rocafuerte en 1835, cuando pretendía regresar a Quito procedente de Jamaica. 

martes, 18 de diciembre de 2012

Declaraciones universitarias con motivo de la Cumbre Iberoamericana en Cádiz

En el marco de las actividades desarrolladas con motivo del Bicentenario de la Constitución de 1812, el rector de la Universidad de Cádiz presentó ayer las 'Declaraciones Universitarias 1812-2012', un documento, integrado por ocho declaraciones surgidas de otros tantos congresos, seminarios y encuentros, celebrados en Cádiz este año. El objetivo es proyectar internacionalmente el nombre de la ciudad y de su Universidad y apostar por una sociedad mejor desde el conocimiento en temas como  temas “Una parte importante de nuestro futuro está en nuestros mares y océanos” y “Manejo Costero Integrado (MCI) en Iberoamérica”, ambas basadas en las conclusiones del congreso GIAL que tuvo lugar en la UCA el pasado mes de enero, “Cultura América-España” que parte del trabajo realizado en los ocho Congresos Internacionales Doceañistas así como en los Encuentros de la Ilustración al Romanticismo, «Red de Universidades Lectoras (RUL)» surgido a raíz de la incorporación de la UCA en dicha red y de la celebración de actividades como el I Seminario Estival de la Red de Universidades Lectoras,  «Construyendo el Espacio Iberoamericano del Conocimiento. Cádiz 2012», realizada en el marco del VI Foro Iberoamericano de Responsables de Educación Superior, Ciencia e Innovación  celebrado en el mes de julio, «La situación del español en el mundo actual» fruto del IX Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española que tuvo lugar en septiembre, «Historia Parlamentaria», que nace del 63º Congreso de la Comisión Internacional de Historia Parlamentaria celebrado recientemente en la UCA,  y por último «Alimentación saludable en tiempos de crisis», propuesta en el IX Congreso de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria.
Podría decirse, pues, que dos son los ejes principales sobre los que pivotan estas ocho declaraciones de ámbito iberoamericano. Por una parte, la preocupación por el cuidado y aprovechamiento sostenible del medio ambiente, particularmente del mar y las costas, de donde se obtienen los principales recursos para la alimentación, una cuestión vital en unos tiempos de crisis. Por otra, el interés por profundizar en los vínculos culturales en los que se cimentan nuestros lazos con América: la lengua española, las artes, el legado jurídico-parlamentario, así como la educación y, particularmente, el desarrollo y extensión de la competencia lectora como medios de afianzar el conocimiento y respeto de nuestro patrimonio iberoamericano común y el progreso individual y social.
Precisamente, sobre estos aspectos ha incidido la Declaración de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, celebrada en Cádiz los días 16 y 17 de noviembre.
Los textos de las ocho declaraciones pueden leerse aquí.

domingo, 16 de diciembre de 2012

La tertulia de Manuel José Quintana y el periodismo

         Es bastante frecuente que, dado el escaso margen de libertad que existía en la España de fines del XVIII y principios del XIX. Muchos escritores, artistas, funcionarios de las más distintas profesiones liberales, se reunieran en torno a un anfitrión para discutir sobre los temas que les inquietaban o comunicarse sus ideas o escritos. Una de estas era la tertulia que se reunía en torno a Quintana, en Madrid y a la que, según nos recuerda Blanco White en sus Cartas de Españaasistían Isidoro Antillón, Antonio de Capmany, Juan Bautista Arriaza, José Somoza, Juan Nicasio Gallego y Cienfuegos. A ellos habría que añadir el nombre de Mariano Carderera, colaborador del Memorial Literario, y otros que acudirían a ella con menor asiduidad.
          En el seno de dicha tertulia y, a pesar de que Carlos IV había determinado por una Real Orden de 28 de abril de 1804 que se extremara la censura de los periódicos existentes y se prohibiera la edición de los nuevos, nacerían las Variedades de Ciencias, Literatura y Artes (1803-05), donde escribirían, además del propio Quintana, Juan Álvarez Guerra, José Rebollo, Eugenio de la Peña, Juan Blasco Negrillo, José Miguel Alea y José Folch, además de otros escritores del momento como Juan Nicolás Böhl de Faber, José Munárriz, Mª Rosa Gálvez, García Suelto, entre otros que lo hicieron más o menos ocasionalmente. Como ha estudiado José Checa Beltrán, en su análisis sobre esta revista, a través de la crítica literaria de las obras que iban publicándose en España y en Europa, se introducía una cierta opinión sobre la res publica, las cuestiones que afectaban al gobierno de la nación, de manera subrepticia. 

          De las relaciones establecidas en esta misma tertulia y, al calor, de la nueva coyuntura que propiciaría la posibilidad de introducir reformas en el gobierno de la patria, surgirá el Semanario Patriótico, que se publica ya en un contexto muy diferente, el de la Guerra de la Independencia, iniciada tras el levantamientos del 2 de mayo y aprovechando un vacío de poder, consecuencia de la cesión borbónica de la corona en manos de Napoleón. 
          En este periódico colaboraron Isidoro Antillón, José María Blanco, Juan Álvarez Guerra, Eugenio de Tapia y Alberto Lista, Quintana pasa de ejercer un periodismo literario a otro de carácter político. Como es bien sabido, el Semanario Patriótico se inició en el mes de septiembre -muy poco después del levantamiento y en pleno desarrollo del movimiento juntista-, que provocaría una novedosa manifestación de la opinión pública, hasta la fecha silenciada. Precisamente, ante esa emergente expresión de la opinión política, Quintana tomó conciencia de la fuerza que esta podía tener y de la necesidad de formar e informar a ese pueblo que estaba empezando a interesarse tanto por las cuestiones bélicas como por los asuntos de estado.
          Las reformas que propone el Semanario no son tibias, pues apuesta por cambiar el «gobierno interior» y así, en su primer número de 4 de mayo, fecha previa a la constitución de la Junta Central, aboga por un «Gobierno supremo, ejecutivo, a quien confíe la Nación entera sus facultades», así como por la convocatoria de unas Cortes Generales «porque el pueblo las desea, y de sus deliberaciones espera la prosperidad a que le hace acreedor sus largos sufrimientos y los inestimables sacrificios que le ha costado el rescate de su patria». Una revolución, iniciada con los sucesos de El Escorial de 31 de octubre de 1807, está en marcha, pero este proceso -la reacción contra el despotismo- debe explicarse a la opinión pública para que sea este pueblo el que la sancione y asuma el camino de la independencia política y la libertad civil. 
         A este fin, pronto empezaron a publicarse en el Semanario artículos en los que Quintana introducía algunos conceptos jurídicos y políticos que pudieran predisponer al público a nuevas formas de gobernar. En este contexto, como señala Raquel Linaje, deben leerse sus «Reflexiones sobre el patriotismo» (Semanario Patriótico nº III, 15 de septiembre de 1808), otro en el nº 4 de 22 de septiembre invoca a la «soberanía de la nación», sobre Política (Semanario Patriótico nº IX, 27 de octubre de 1808), la «Causa del Escorial» (Semanario Patriótico nº XIII, 24 de noviembre de 1808).
         El Semanario conocería luego, cuando tras la huida de Madrid, la mayor parte de ellos logra reunirse en Sevilla, una segunda etapa inciada el 4 de mayo de 1809, Lo hará de la mano de Isidor de Antillón y de José Mª Blanco, como recuerda el propio Blanco White en las páginas de El Español. De los escritos de esta etapa cabe recordar los que escribe José Mª Blanco para explicar las necesidades de las reformas políticas y de los problemas que se plantean. Así, «Del egoísmo político» (Semanario Patriótico nº XVI, 11 de mayo de 1809), «De los nombres de libertad e igualdad» (Semanario Patriótico nº XVIII, 25 de mayo de 1809), que se continúa en el número XIX (1 de junio), donde se establece que «La libertad política no se opone a la monarquía» y en el nº XXII de 22 de junio. Igualmente oportuno resulta el «Problema político» (Semanario Patriótico nº XXVIII, 3 de agosto de 1809), donde Blanco denuncia la tendencia al abuso del que ejerce el poder supremo y cómo evitarla, para, en los números XXX y XXI, examinar el modo de elección y organización de los cuerpos nacionales y la dificultad de equilibrar los distintos poderes
         Quintana volverá a tomar las riendas del Semanario en su etapa gaditana y desde sus páginas volverá realizar un ejercicio de pedagogía política, al explicar, entre otras cuestiones, de qué modo la opinión pública se constituye en el único límite de la actuación de los diputados (Semanario Patriótico nº XXXIII, 22 de noviembre de 1810). 
        No obstante, una vez alcanzado el objetivo de dotar a la nación de una Constitución, Quintana considera cumplida su misión y, tras la proclamación de dicho texto, el Semanario patriótico dejará de publicarse.  
   

lunes, 10 de diciembre de 2012

La revista de la Asociación de Directores de Escena con el Doce

  Ya ha salido el nº 143 de la revista ADE-Teatro compuesto por un bloque monográfico dedicado a la Constitución de 1812 y el teatro. En él participo junto con Ana Mª Freire, Joaquín Álvarez Barrientos, Antonietta Calderone, Juan Antonio Díez Hormigón y José Luis Alonso de Santos, todo un lujo.
   
 Sumario


Editoriales
La peculiares explicaciones del señor Lasalle, por Juan Antonio Hormigón
¿Estado de cultura o cultura de mercado? Retorno a la España negra, por M.F. Vieites
Ayudas a la edición de revistas culturales: Discrepancias objetivas, por Laura Zubiarrain
Tomar los teatros, por Jaroslaw Bielski

Correo

Entrevista
Miguel Ángel Recio, Director General del INAEM: ?Me gustaría conseguir una revalorización de las artes escénicas por la sociedad y las instituciones públicas?. Una entrevista de José Gabriel López Antuñano y Carlos Rodríguez
Bicentenario de la Constitución de 1812
La Constitución de 1812 y el teatro, por Juan Antonio Hormigón
La Constitución de Cádiz de 1812, por Karl Marx
Teatro político en España en el primer tercio del siglo XIX, por Ana María Freire López
El lenguaje de la libertad en el teatro político y patriótico del primer tercio del siglo XIX, por Antonia Calderone
Las ?Fábulas políticas? de Cristóbal de Beña
Lengua y política. Escritores y propaganda en el tiempo de las Cortes de Cádiz y la Guerra de la Independencia1, por Joaquín Álvarez Barrientos
Música escénica en el Cádiz de las Cortes (1812-1813), por Marieta Cantos Casenave
Un proyecto de Teatro Nacional en las Cortes de Cádiz, por Juan Antonio Hormigón
Sobre Los conserjes de San Felipe (Cádiz 1812) y su proceso de escritura, por José Luis Alonso de Santos.
Texto teatral
El hombre de los estrenos: Luciano Francisco Comella (1751-1812), por María Angulo Egea
El matrimonio por razón de estado, de Francisco Comella

Valle-Inclán en sus raíces
Acerca del entorno social y geográfico del joven Valle-Inclán (1866-1891): mitos y realidad, por Francisco Xavier Charlín Pérez
Características de la puesta en escena del teatro galaico de Valle-Inclán: raíz y universalidad, por Eduardo Alonso

Notas de dirección
Lluvia de ángeles y dos clásicos, por Antonio Malonda
Notas sobre mi versión de ?La vida es sueño?, por Javier Navarro de Zuvillaga
¿Qué hacer? ¿Cómo hacerlo? ?Cuestiones con Ernesto Che Guevara?, por Carlos de Matteis

Internacional/Festivales
Festival de teatro de Avignon, por J. G. López Antuñano
El Festival de Almada 2012 resiste a la crisis sin perder su esencia, por Osvaldo Obregón
Congreso anual de la Federación Internacional de Investigación Teatral: De Santiago de Chile a Barcelona, por Mercè Saumell y Boris Daussà-Pastor

Libros
Noticias de la ADE
Presentación de la Revista ADE-Teatro en Cáceres, por Adelaida Ramos
Una apuesta de futuro entre Irlanda y España, por Carlos Rodríguez

Agenda
Congreso de escritores, intelectuales y artistas, por David Becerra Mayor

Noticias asociados
 
Más información en wwwadeteatro.com

sábado, 8 de diciembre de 2012

Callejero del Doce. Calle Feduchy, calle de comedias.

          La calle Feduchy se denomina así desde 1888 y debe su nombre al marino gaditano Rafael Feduchy (1822-Madrid, 1902) que llegó a ser Comandante general del Apostadero de Filipinas y Consejero Supremo de Guerra y Marina, así como vocal del Centro Consultivo de Marina, desde que el votó la adjudicación para Cádiz de la construcción de tres cruceros de guerra en 1887.
         En el libro de Adolfo de Castro Nombres antiguos de las calles y plazas de Cádiz (1857), esta calle aparece con la denominación  «de las Comedias» (1680 y 1855) y se había llamado previamente calle «Baja de las Comedias»  (1660) y «de Juan Cetín», en honor del regidor de este nombre, que vivía en esta calle con sus hijas hasta que, por tener que trasladarse a México, vendió su vivienda a los regidores Esteban Chilton Fantoni -sobrino suyo- y Francisco Manito.  
           Otros nombres que ha tenido esta calle son los de «José Cadalso» (1855-56), «Carlos Marx» (1932-33), «Jerónimo Giménez» (1933) y, de nuevo, desde 1936, «Feduchi», en el tramo que va desde la plaza del Palillero a la del Cañón.  
En los años de las Cortes, Francisco Martínez de la Rosa se alojó en el nº 23 de Comedias, justo en la casa (hoy nº 6) de los comerciantes granadinos Martínez Rivera y compañía.

          En 1914 además del convento que figura en la guía de ese año como «de Candelaria»  -con su abadesa Carmen Pujol, al frente-, con entrada por esa calle, unos cuantos negocios nos recuerdan a los que hoy continúan o la han hecho hasta fechas recientes. Es el caso de la farmacia de José María Núñez, que vivía en el número 3 y ubicaba su negocio en la accesoria, una peluquería en el número 4, a cargo de Manuel González Recio, los almacenes de Castro y Ojeda en la accesoria del número 9, la imprenta de Manuel Álvarez Rodríguez, en la accesoria del número 12, la tienda de comestibles de José Cobos Pérez, en la accesoria del 22, la tienda de tejidos de Hervías Hermanos, en la accesoria del número 2, la tienda de calzados de la Viuda de la Rosa, en la accesoria del número 1, la sastrería de Viuda e hijos de Tello, en otra accesoria del número 1, la carbonería y tienda de vinos de José de las Heras en la accesoria del número 5, o la carbonería de José Cobos Pérez, en la accesoria del número 19, antecedente de la actual taberna «La Manzanilla».

       Casa Calle Feducy con ambas numeraciones.  Fotografía Alberto Ramos
          La de «Feduchy» ha sido, por otra parte, una calle con mucha historia, como la que debió encerrar el «Centro Republicano Reformista», que tenía su sede en la accesoria del número 14, o la Escuela Nacional de párvulos, que ocupaba los números 2 y 4, el Colegio de señoritas de Clotilde Lloyd, la tienda de comestibles de José Cobos Pérez, la lanería de Elisa Alonso. En ese mismo año de 1914, la calle fue el domicilio de los comerciantes Arturo y Manuel Estrade Barreno (20, Duplicado), el licenciado en Medicina Joaquín Amiguetti, el joyero y anticuario José Andrade García, los maestros Constancio Fernández Nograro, Raymundo Andaluz y Monge y Teodato Saavedra Ruiz. 
          Años más tarde, en 1921 vivía en el nº 1 el catedrático de Medicina P. Millán Guillén y en la accesoria del 1 duplicado (por Columela) tenía su tienda de tejidos Francisco García Merchán, junto a la accesoria 2 donde seguían los «Tejidos de Hervías Hermanos», mientras en el nº 8 estaban los «Tejidos de Vicente Viniegra».    

En el nº 3, la farmacia estaba al cargo de José Cano Núñez y, en ese mismo número, se encontraba la «Escuela Superior Normal de Maestro.      
          En la accesoria del nº 16 se localizaban los vinos «Los Gabrieles», en el nº 19, ahora junto al despacho de frutas de Santos Romero y los cosarios F. Pinto y Cª, José Cobos Pérez, tenía su carbonería, al tiempo que mantenía su tienda de comestibles en la accesoria del nº 22.
         ¡Que la historia mercantil de esta calle continúe, a pesar de la crisis!

jueves, 6 de diciembre de 2012

«Declaración de Cádiz» en la XXII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado (I)

Con motivo de la La XXII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Cádiz, los días 16 y 17 de noviembre de 2012, bajo el lema «Una relación renovada en el Bicentenario de la Constitución de Cádiz», se ha proclamado la «Declaración de Cádiz». Una declaración y una cumbre que homenajea, pues, a los representantes de uno y otro lado del Atlántico que trabajaron en las Cortes desde su inauguración el 24 de septiembre de 1810 en la isla de León, actual San Fernando, para consensuar la Constitución de 1812 y que reactualiza su legado en la fortificación y renovación de los lazos entre nuestras actuales naciones.
           Por ello en el primer punto se declara: «La Constitución de Cádiz de 1812 marca uno de los hitos históricos fundamentales del acervo constitucional iberoamericano, cuyos principios de libertad individual, democracia, soberanía popular, separación de poderes, legitimidad e igualdad jurídica nos permiten reconocernos como iberoamericanos»
          Y, en el segundo, se recuerda que «La Constitución de 1812 contribuyó, en pleno proceso de independencia de las naciones iberoamericanas, a establecer un nuevo ordenamiento político que instituyó la noción de ciudadanía, determinó el sometimiento de los gobernantes a las leyes de la Nación y estableció formas de libre elección de las autoridades»
           Además, en su punto tercero, sostiene que los contenidos y los ideales de la Constitución de 1812, en cuya redacción «participaron activamente, lado a lado, representantes de ambos hemisferios», «contribuyeron posteriormente a definir y enriquecer los marcos constitucionales de los estados iberoamericanos y a consolidar sus procesos de formación».
          El punto cuarto se subraya el avances producido en estos doscientos años,  al destacar
«los procesos de consolidación de la democracia y del estado social de derecho llevados adelante por los países iberoamericanos, que contribuyen a alcanzar los objetivos de bienestar general, de inclusión y cohesión sociales, de equidad y de solidaridad; y que abren nuevas y promisorias perspectivas para potenciar los vínculos de la Comunidad Iberoamericana y disminuir las asimetrías existentes entre nuestros países»

          Aunque es evidente que este tipo de declaraciones constituyen una manifestación de intenciones, también es cierto que llevan un importante trabajo previo, que permite augurar que algunas de esas intenciones marcarán los objetivos estratégicos de las políticas de nuestros países iberoamericanos.
          Así, el punto quinto pone el acento en la búsqueda del bienestar de los pueblos: «Partiendo de esos principios y de los valores del acervo político, económico y social de la Conferencia Iberoamericana, es necesario mantener una presencia relevante en la agenda internacional, aprovechar eficazmente las oportunidades que ofrecen nuestros vínculos con otras áreas del mundo y participar en un proceso de crecimiento conjunto y desarrollo sostenible centrado en el bienestar, para satisfacer las necesidades concretas de nuestros pueblos, especialmente la erradicación del hambre y de la pobreza extrema y la reducción de la pobreza, la igualdad de oportunidades, la disminución de la inseguridad, el aumento en la cobertura, la mejora de la calidad y el acceso equitativo a los servicios básicos y a la seguridad social, la creación de trabajo decente y de calidad, la igualdad de género y la protección de los derechos de los grupos más vulnerables».

          El punto sexto pone su acento sobre la cultura y a ella dedicaré su oportuna entrada, pero no quiero dejar de consignar los seis ejes fundamentales, en los que se van a centrar los esfuerzos de los próximos años: a) el desarrollo económico al servicio de la ciudadanía; b) el desarrollo de las infraestructuras en ámbitos como el transporte, las telecomunicaciones, la energía y el uso y la gestión sostenible del agua; c) la promoción de Iamicro, pequeña y mediana-empresa para incrementada productividad y la competitividad, así como para estimular los procesos de innovación; d) el fortalecimiento institucional; e) la educación y el impulso al espacio cultural iberoamericano y su potenciación como factores de inclusión social y de crecimiento económico; y f) el impulso a la creación de trabajo decente, que es también eje vertebrador y transversal de nuestras acciones en el ámbito económico.
          El texto completo puede leerse aquí.

martes, 4 de diciembre de 2012

«Discurso en defensa del talento de las mujeres», de Mª Josefa de Amar y Borbón (I)

          Según Mª Josefa de Amar, el entendimiento de las mujeres -su capacidad intelectual- era uno de los puntos más debatidos por los hombres y esto es fácil de comprobar, si repasamos la multitud de discursos que tenían por objeto dilucidar el lugar que debían ocupar las mujeres en la sociedad del XVIII así que decidió aportar su visión y su experiencia. Para ello, en su Discurso en defensa del talento de las mujeres, empezaba por recordar la discriminación masculina en el trato con las damas:
«Por una parte los hombres buscan su aprobación, les rinden sus obsequios,
que nunca se hacen entre sí; no las permiten el mando en lo público, y se le conceden absoluto en secreto; las niegan la instrucción, y después se quejan de que no la tienen: Digo las niegan, porque no hay un establecimiento público destinado para la instrucción de las mujeres, ni premio alguno que las aliente a esta empresa». 
Y, a pesar de esa falta de instrucción -aseguraba Josefa de Amar-, daba la impresión de que, aceptado el dominio femenino, eran de temer sus errores por las consecuencias que tenían en el mundo masculino, lo que le hacía a la zaragozana plantearse: «si los vicios de las mujeres tienen tanto imperio sobre los hombres, convengamos en la igualdad física, sin negar por esto las excepciones que convienen a cada sexo».
          Por otra parte, lamentaba lo que consideraba el mayor daño, privarlas del placer de la instrucción, hasta el punto de hacerlas asumir el prejuicio de que sólo en la actividad manual podían desplegar su talento:
           «No contentos los hombres con haberse reservado, los empleos, las honras, las utilidades, en una palabra, todo lo que pueden animar su aplicación y desvelo, han despojado a las mujeres hasta de la complacencia que resulta de tener un entendimiento ilustrado. Nacen, y se crían en la ignorancia absoluta: aquellos las desprecian por esta causa, ellas llegan a persuadirse que no son capaces de otra cosa y como si tuvieran el talento en las manos, no cultivan otras habilidades que las que pueden desempeñar con estas. ¡Tanto arrastra la opinión en todas materias!».
          Así, negándoles incluso la posibilidad de adquirir otras capacidades, era fácil justificar el rechazo a cualquier propuesta para que las mujeres colaboraran en pie de igualdad con los hombres al progreso del país. Una cuestión era la participación de mujeres excepcionales, como la propia Mª Josefa de Amar, o Mª Quintina Isidra de Guzmán o la Condesa de Benavente y, otra muy distinta, la consideración de esta colaboración en términos generales; claro que, como argüiría muy bien Mª Josefa, no se trataba de facilitar el acceso de las mujeres a la actividad pública, sin ningún tipo de criterio, como temían algunos miembros de la madrileña Sociedad Económica de Amigos del País, sino de discernir los criterios que permitieran la cooperación positiva al bien común: 
          «El recomendable Socio, que se opone a la admisión de las mujeres, funda su dictamen, en que admitidas unas, se extenderá la gracia a todas, lo qual será al principio, en mucho perjuicio de la Sociedad, y al fin podrá causar su ruina. No niega que puede haber alguna, capaz de grandes convinaciones, de una constante meditación, de la constancia y sigilo necesario, pero hace comunes, y propias al sexo la petulancia, los caprichos, la frivolidad, y las pequeñeces. No halla edad, en que puedan ser las mugeres convenientes, porque en la niñez, y juventud serían inútiles, y perniciosas, en la vejez, molestas y pesadas. Dice más, que sólo irían a aumentar el tumulto, y desorden de las Juntas, y no a ilustrarlas, porque carecen de principios elementales, como necesita este cuerpo. Aún su contribución pecuniaria es despreciada, si supone primero la admisión de esta clase.»


         El socio en cuestión era Cabarrús y, por eso, había que afinar aún más los fundamentos de su argumentación, como efectivamente haría la zaragozana, pero de eso hablaremos más adelante.
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