Entre 2002 y 2005, alrededor del 19 de marzo solía enviar una tribuna a Diario de Cádiz en que hacía una aportación sobre la necesidad de connmemorar el Bicentenario con algo más que fuegos mediáticos.
En aquellos años firmaba como miebro del Grupo de Estudios del Siglo XVIII, al que entré de la mano de mi maestro y director de tesis, Alberto González Troyano, y al que aún pertenezco a día de hoy. Siempre he sido muy respetuosa con la institución en la que trabajo, la Universidad de Cádiz, y como se trataba de un artículo de opinión, no quería comprometer a nadie sino a aquel grupo con el que compartía mis ideas y mis batallas. Luego en 2004 surgiría un Proyecto de Excelencia, "Las Cortes de Cádiz y el Primer Liberalismo", resultante de la alianza con otros grupos, que estaban en la misma línea que el nuestro, el dirigido por Diego Caro y el liderado por Alberto Ramos. Y, sintiéndonos más fuertes, emprendimos una labor que continúa a día de hoy.
En aquellos años firmaba como miebro del Grupo de Estudios del Siglo XVIII, al que entré de la mano de mi maestro y director de tesis, Alberto González Troyano, y al que aún pertenezco a día de hoy. Siempre he sido muy respetuosa con la institución en la que trabajo, la Universidad de Cádiz, y como se trataba de un artículo de opinión, no quería comprometer a nadie sino a aquel grupo con el que compartía mis ideas y mis batallas. Luego en 2004 surgiría un Proyecto de Excelencia, "Las Cortes de Cádiz y el Primer Liberalismo", resultante de la alianza con otros grupos, que estaban en la misma línea que el nuestro, el dirigido por Diego Caro y el liderado por Alberto Ramos. Y, sintiéndonos más fuertes, emprendimos una labor que continúa a día de hoy.
El año 2007, en mi condición de Vicerrectora, decidí dejar de escribir artículos de opinión personales y abandoné la idea que ahora retomo de dedicar una de esas reflexiones al papel de la mujer, a pesar de que era consciente de la importancia de aprovechar el 8 de marzo para reivindicar la labor que hicieron aquellas mujeres en la guerra de la Independencia y luego, buscando la oportunidad de colaborar en el debate público abierto durante las Cortes de Cádiz.
También es cierto que, por aquel entonces, acababa de terminar mi colaboración sobre este asunto, de casi doscientas páginas, para el tomo III de La Guerra de Pluma y estaba un poco saturada de un trabajo que había emprendido un año antes y que hube de terminar rápidamente para dedicarme a las labores de gestión del Vicerrectorado.
También es cierto que, por aquel entonces, acababa de terminar mi colaboración sobre este asunto, de casi doscientas páginas, para el tomo III de La Guerra de Pluma y estaba un poco saturada de un trabajo que había emprendido un año antes y que hube de terminar rápidamente para dedicarme a las labores de gestión del Vicerrectorado.
En cualquier caso, nunca olvidé el asunto y, al año siguiente, presenté a Soledad López, entonces presidenta de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales el primer borrador de lo que pretendía ser una exposición reivindicativa que tratara de poner luz sobre la escondida, y aun tapada, labor que desempeñaron las mujeres en aquellos años. Algo hicimos en 2008 en el libro dirigido por Irene Castells, Mª Cruz Romeo y Gloria Espigado, Heroínas y Patriotas. Mujeres de 1808, pero aún hace falta profundizar en la tarea iniciada.
A día de hoy, creo que la idea de rescatar la memoria de aquellas mujeres cobra más vigencia, se hace más necesaria que nunca, porque, aunque hemos avanzado mucho, el techo de cristal sigue existiendo y, si es cierto que todos podemos expresar libremente nuestras opiniones, también lo es que eso es así en esta parte del mundo y que, en cualquier caso, a estas alturas, no se mira, no se escucha, no se atiende con el mismo respeto la opinión de una mujer.
Que hay algunas que han conseguido ser respetadas, cierto, con mucho esfuerzo también, pero esas cuantas son solo la excepción, similar -aunque hoy más amplia, lógicamente-, a la de aquellas mujeres excelentes, que a finales del XVIII pudieron ingresar en la Junta de Señoras de Honor y Mérito, clase asociada a la madrileña Sociedad Económica de Amigos del País y origen de la que luego se conformaría en Cádiz, la autodenomiada Junta Patriótica de Señoras de Fernando VII.
Por todo eso, celebrar el 8 de marzo sigue siendo necesario, y asociarlo al Bicentenario de la Constitución de 1812, a pesar de que nos obvió como ciudadanas y por tanto, como sujetos de derecho, se hace igualmente imprescindible.
Algunas mujeres buscaron un resquicio para tratar de reivindicarse como tales y hoy merece la pena que las recordemos. Ahí estuvieron, desde Cádiz, Madrid, y otros lugares, la marquesa de Villafranca, Engracia Coronel, la Marquesa de Astorga, María Manuela López de Ulloa, Frasquita Larrea, Ana Rodríguez de Carassa, Rosario Cepeda, Gerónima Montero -madre de los Istúriz-, Margarita de Morla, Loreto Figueroa de Montalvo, Mariana de O'Rian, Mª Ignacia Valiente de Zaldo, y tantas otras.
Va por ellas.