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viernes, 19 de octubre de 2012

Tertulias que hacen Historia. Flamenco y toros en torno a 1812 (I)

Desde luego la celabrada ayer en la que fuera casa de Guillermo Uhthoff (hoy sede de la UNED), fue una de esas tertulias inolvidables.
Como anuncié los temas daban para mucho y, como no podía ser de otra manera, la participación del público así lo mostró. Por eso será necesario más de una entrada para dar cuenta de ella.
Tanto a Guillermo Boto, que presentará en breve su libro Los toros de la libertad editado por la Fundación José Tomás, como a Faustino Núñez que hará lo propio con su libro Cádiz y lo flamenco en torno a 1812, les pedí que iniciaran su intervención con una somera explicación sobre lo que supuso el mundo de la Ilustración gaditana para la conformación del toreo y el flamenco.
En opinión de Boto, autor de Cádiz, origen del toreo a pie, el toreo a lo moderno nació en Cádiz el reinado de los últimos Austrias, cuando a mediados del XVII la Hermandad de San Antonio proponer hacer una corrida de toros para recaudar fondos para construir la iglesia de su nombre, en lo que entonces se conocía como «Campo de la Jara», que era la plaza de Armas de la ciudad, mientras en la plaza de la «Corredera» -actual San Juan de Dios- solían celebrarse las lidias ecuestres y juegos de toros y cañas. Lo curioso, añadió Boto, es que en un cuadro de esta misma época, que se conserva en el Museo Municipal y fue donado por la familia Aramburu, se observa la celebración de una corrida de toros con toreros a pie y picadores o varilargueros, como se les denominaba en la época. Ese el germen del espectáculo actual, donde sigue ejecutándose el toreo a pie con picadores, según se comprueba en la representación del mencionado cuadro..
 
  Así no es extraño que en 1796, José Delgado (Pepe-Illo) publicara la primera Tauromaquia en la imprenta gaditana de Manuel Ximénez Carreño, que junto a la del chiclanero Paquiro -ya en el siglo XIX- serían fundamentales para el desarrollo del arte del toreo a pie, a pesar de que las corridas de toros fueran prohibidas por Godoy en 1805.
Por su parte, Faustino Núñez empezó su intervención recordando el papel que la tonadilla escénica del siglo XVIII -pieza teatral cantada y bailada en un acto- tuvo en la fama de la ejecución de los bailes «a lo gitano», donde cabe situar el germen de lo flamenco. No quiere esto decir que tales tonadillas, que Núñez ha estudiado en su Guía comentada de música pre-flamenca, fueran ejecutadas por gitanos, sino por actores que imitaban el modo en que los gitanos interpretaban el folklore andaluz. En tales tonadillas, como en muchos sainetes de la época -especialmente del madrileño Ramón de la Cruz y del gaditano Juan Ignacio González del Castillo- se encuentran bailes españoles como las seguidillas, boleras, zapateados, oles, jaleos, fandangos, tangos, que tuvieron amplio recorrido en los teatros españoles y europeos del XIX y que constituyen el germen de algunos de los palos del flamenco.
Entre estas actrices, Rosario Fernández «la Tirana», aquí retratada por Goya, junto con la motrileña Mª Antonia Fernánez Vallejo, «la Caramba», fueron algunas de las más afamadas «tonadilleras» que triunfaron en el Madrid de Carlos III y algunas como «la Caramba» ya lo habían hecho en los coliseos gaditanos, pues los teatro de Cádiz constituían un trampolín para triunfar en la Corte, como bien estudió Emilio Cotarelo y Mori.



  Pero no hay que olvidar la importancia del acompañamiento de guitarra que distingue a muchos de estos cantes y bailes, como también recuerda «Don Preciso» (Juan Antonio de Iza  Zamácola) en su libro Colección de las mejores coplas de Seguidillas,  Tiranas y Polos que se han compuesto para cantar a la guitarra (1799).
Este mundo pre-flamenco y taurino «a lo moderno» es lo que pudieron encontrar los diputados que llegaron a Cádiz en 1810 para elaborar la Constitución que sería promulgada en 1812. Pero el desarrollo de estos espectáculos en esta ciudad asediada, crisol de razas y culturas -europeas, africanas y americanas- lo dejaré para una próxima entrada.

martes, 16 de octubre de 2012

Tertulias que hacen historia. Flamenco y toros con Faustino Núñez y Guillermo Boto

Flamenco y toros. Dos temas sumamente atractivos, de la mayor importancia en la historia y el patrimonio cultural de la ciudad, con muchos aficionados, y también enormemente polémicos.
La cita será en la UNED (casa de Guillermo Uhthoff), el próximo jueves 18 a las 19.00 horas.




Aunque nos centraremos en la vida de ambos espectáculos alrededor de 1812, pues tanto Faustino como Guillermo están a punto de publicar sendos libros sobre estos temas, no estará de más hacer un pequeño recorrido por la historia anterior, por el Cádiz de la Ilustración, para ver qué semillas se sembraron en aquellos años y qué aportaciones hizo Cádiz tanto a la historia del flamenco como a la de los toros, con personajes tan singulares como el gaditano Francisco de Laiglesia y Darrac.

domingo, 14 de octubre de 2012

Los bailes a fines del XVIII y principios del XIX

Sobre el mundo de los bailes populares en Andalucía hay un enorme interés derivado de la creencia de que el flamenco tiene su origen en ellos. Es difícil determinar cuándo lo popular andaluz se convierte en flamenco, pero si consideramos que lo flamenco es un arte y, por tanto, debe estar interpretado por un artista dotándolo de su propia impronta, su propia personalidad, es evidente que esto significa que el artista debe ser conocido y reconocido.
Ahora bien, no cabe duda de que en su origen ese artista, al menos hasta no hace mucho, ha vivido y convivido entre el pueblo y que de él ha aprendido lo esencial de su arte.
En uno de sus libros sobre el Flamenco, Rocío Plaza Orellana reproduce este curioso cartel donde se anuncia un «Baile de gitanos» en una venta de Lebrija en 1781. 



Por supuesto que en este momento aún no hay nombres y pasarán algunos años hasta que resuenen algunos en España y en Europa. Entre estos hay varios que están unidos a la apreciación creciente que conocen en Europa bailes como el bolero y la cachucha, hasta el punto de ser presentados en la Ópera de París. Allí se hicieron muy populares Dolores Serral y Mariano Camprubí con El bolero, y Francisco Font y Manuela Dubinon con Los corraleros de Sevilla en 1834. Pero, antes que ellos, triunfó María Mercandotti, que sería conocida como la
«Venus andaluza», aunque su éxito no vino tanto de la mano de estos bailes como del ballet romántico.
Parece ser que María Mercandotti había nacido en Cádiz en 1801 y que con  apenas 14 años llamó la atención de James Duff, cuarto conde de Fife, que se la llevó a Londres, en compañía de su madre. Por aquel entonces The Times exaltaba su manejo de las castañuelas
María hizo pronto las delicias de los ingleses bailando en el Pabellón Real de Brighton y más tarde Duff la matriculó en la Academia Real de Música de París, donde cursó estudios con Armand Vestris. Así sería ella la encargada de ejecutar el papel principal del ballet Cendrillon, compuesto por Fernando Sor -con el que Duff había combatido en España-,  en el King's Theatre de Londres el 22 de marzo de 1822. Justo un año después se casó con Edward Hughes Ball, del que terminaría separándose.

La fama de la Mercandotti ha hecho que de ella se conserven varios grabados satíricos que aluden a su elevación social gracias al matrimonio con el adinerado Hughes, conocido como Golden Ball, en aquellos años.


Como puede apreciarse, estos cartones la recuerdan como bailarina de ballet y no de fandangos o cachuchas. Aún los bailes andaluces tardarían una década en tener éxito en los escenarios europeos.

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