Recientemente nos dejó Tzvetan Todorov, con quien aprendí mucho sobre la práctica del relato y el análisis narratológico de los cuentos, cuando iniciaba mi tesis doctoral, particularmente con su Introducción a la literatura fantástica. Luego me sorprendieron otros muchos libros de ámbito diverso, El espíritu de la Ilustración, que tanto me dio que pensar en los años del Bicentenario de la Constitución de Cádiz, junto con El miedo a los bárbaros y Los enemigos íntimos de la democracia, productivas muestras de su constante y fructífero diálogo con el pasado y el presente.
El premio Príncipe de Asturias de 2008 fue uno de los varios que recibió a lo largo de su trayectoria, como reconocimiento a su apasionado interés por todo lo que concierne al ser humano.
Todorov ha muerto, pero su legado está más vivo que nunca.