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miércoles, 26 de marzo de 2014

Homenaje a la Junta de Señoras de Honor y Mérito.

     Estamos de enhorabuena. Por fin un merecido reconocimiento a la madrrileña Junta de Damas. Desde el 27 de marzo, en la Torre de los Lujanes de Madrid, una placa rendirá homenaje a la Junta de Señoras de Honor Mérito instituida en 1787por R. O. de Carlos III después de algunos años de controversia por la reticencia de hombres como Cabarrús, felizmente contestado por el discurso de Josefa de Amar.
     Haría falta que se hiciera lo mismo en el Real Hospitalito de Mujeres donde la Junta de Señoras Patriótica de Fernando VII estableció su sede durante los años de las Cortes de Cádiz y no estaría de más algún acto de hermanamiento entre Cádiz y  Madrid, a este propósito. No en vano, la marquesa de Villafranca, Tomasa Palafox -figura estudiada por Gloria Espigado-, fue presidenta de la Junta gaditana, casi al tiempo que la que fuera niña regente honoraria de Cádiz, Rosario Cepeda -biografiada por Isabel de Azcárate-, trabajaría en la Junta de Damas madrileña, incluso en las difíciles circunstancias del dominio napoleónico, como bien ha estudiado Elisa Martín-Valdepeñas.
     Lo que unas y otras hicieron por contribuir al progreso de la sociedad y de la patria. Lo que trabajaron en favor de huérfanos, desvalidos y desprotegidos, sobre todo de la infancia de uno y otro sexo, y lo que lucharon para brindar oportunidades a quienes el sistema había excluido, debe merecer nuestra gratitud, respeto y reconocimiento. De aquella patria surgió esta nación y esta sociedad; este país cuyo bienestar tantos afanes generó en el siglo XVIII y que hoy está siendo cuestionado.

domingo, 23 de marzo de 2014

El valor varonil de «La Pajuelera»

Goya. Valor varonil de la célebre Pajuelera en la de Zaragoza. 1816.


     A pesar de que conozco algunos estudios que se ocupan sobre la imagen de la mujer a finals del siglo XVIII y principios del XIX -el más reciente, aunque no exclusivamente de asunto femenino, el magnífico libro publicado por Álvaro Molina, Mujeres y hombres en la España ilustrada-, ignoraba que, a mediados de la centuria, una vendedora de pajuelas se había hecho famosa como torera en la plaza de Zaragoza y se había hecho merecedora de la atención de Goya. Se trata de Nicolasa Escamilla que, además de torear a pie, también era capaz de hacerlo a caballo, garrocha en ristre.
     Vargas Ponce, antitaurino confeso y misógino famoso por su Proclama de un solterón, escribe sobre ella, siguiendo en esto muy estrechamente al Padre Sarmiento: «No hace muchos años que en Madrid se presentó en la plaza pública una mujer para torear, y que de hecho toreó. Llamábanla Pajuelera, porque cuando mozona había vendido alguaguidas o pajuelas de azufretes en un cuarto. Este fenómeno ha sido la ignominia del devoto femíneo sexo, que tiene adherente la compasión, y la afrenta del indiscreto sexo barbado que toleró y dió licencia para que saliese al público semejante monstruosidad. [...] ¿Qué ha sido aquello, sino ridiculizar la fiesta de los toros?» A lo que, siguiendo de nuevo a Sarmiento, añade que Quevedo habría jugado con todos los equívocos derivados de ver el toro toreado por una mujer «ante tanto marido» [José Vargas Ponce, Disertación sobre las corridas de toros compuesta en 1807 por D. José Vargas Ponce, edición ordenada y revisada por D. Julio F. Guillén Tato, Madrid: Real Academia de la Historia, 1961, p. 82].
     En el dibujo preparatorio, realizado en sanguina, la mujer conserva más rasgos femeninos, que son claramente desdibujados en la estampa final, para acentuar la virilidad, la fortaleza y valentía de la Pajuelera. En esta, el caballo, desde el que Nicolasa se enfrenta al toro, tapa al chulo o peón de brega que le auxilia sujetando al équido, es decir el asistente que en el XIX recibiría el nombre cómico de «monosabio». La presencia de este subalterno se aprecia más claramente en la sanguina, lo que demuestra la intención expresa de Goya de ocultarlo en la estampa final para evitar figura que pueda distraer la mirada y oscurezca el protagonismo de «La Pajuelera». 

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