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sábado, 29 de diciembre de 2012

Manuela Sáenz

Sobre la figura de Manuela Sáenz ha habido -y aún hay- mucha leyenda positiva y negativa, y sobre todo aún sigue pesando en su consideración las relaciones que mantuvo con Simón Bolívar, al que advirtió en varias ocasiones de las conspiraciones que trataban de acabar con su vida, lo que le valdría el ser conocida como "La libertadora del Libertador". Pero Manuela tenía una historia anterior que la hizo destacar  ya en su Quito natal.
          

          Manuela era la hija ilegítima del regidor español Simón Sáenz y la quiteña Joaquina Aizpuru. Parece que fue la mujer de su padre, Juana Campo, con la que vivía desde la muerte de su madre, la que le influyó ideológicamente. Con ella iba a las reuniones patrióticas, pero al llegar a la adolescencia es ingresada en un convento a fin de completar su formación.
No parece que Manuela estuviera muy interesada en vivir en este entorno y se fugó con un joven, lo que obligó a la familia a buscarle un marido más acorde a su posición. El elegido fue Jaime Thorne, rico doctor inglés, bastante mayor que ella y residente en Lima. En Lima conoce a Rosa Campuzano, amiga de San Martín, con la que reanuda sus experiencias patrióticas, de modo que terminará colaborando con sus esclavas Jonatás y Nathán en la batalla de Pichincha cerca de Quito, tanto ayudando a los heridos como en la intendencia y en el propio campo de batalla, lo que le valió el grado de teniente. San Martín, decretó condecorar con una medalla con la inscripción “Al patriotismo de las más sensibles”, a aquellas patriotas que habían destacado en la lucha por la libertad del Perú.  
          De viaje en Quito en 1822 conoce a Bolívar y decide marcharse con él. Más tarde, mientras Bolívar sigue con sus campañas, vuelve a Lima, aunque sin regresar al domicilio familiar, para continuar con sus reuniones patrióticas. Por haberse distinguido en el ejército patriota, en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, junto a Sucre, alcanzó el grado de coronel. 
          La derrota de los realistas le permite instalarse en Bogotá, Manuela se convierte en consejera de Bolívar y parece que la noche del 25 de septiembre de 1828 lo ayudó a escapar de sus asesinos e incluso se enfrentó sola a sus enemigos; pero la temprana muerte de Bolívar la priva de su amparo. 
          El presidente Santander la acusa de haber conspirado contra su gobierno y en 1834 la obligó a abandonar el país. Manuela se refugió temporalmente en Jamaica y trató de regresar a Ecuador, pero el nuevo presidente lo impidió. Manuela murió en la localidad peruana de Paita el 23 de noviembre de 1856, veintiún años después de ser desterrado por Vicente Rocafuerte en 1835, cuando pretendía regresar a Quito procedente de Jamaica. 
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