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lunes, 25 de junio de 2012

Taquigrafía

Era tal la necesidad de conocer y difundir lo que las Cortes debatían que, además del colapso que sufrieron las imprentas, los vecinos de Cádiz se interesaron por la taquigrafía; una disciplina en la que destacaban renombrados hombres de esta época como Francisco de Paula Martí, Juan Álvarez Guerra, redactor junto a Manuel José Quintana del Semanario Patriótico durante la etapa gaditana, y Guillermo Atanasio Jaramillo. 



Menos conocido era Manuel Risueño, que puso academia en Cádiz.     


Francisco de Paula Martí (Xátiva 1761-Lisboa 1827), autor de obras dramáticas como A cual más loco o la celosa convencida, Las cuatro guirnaldas, El luto fingido, El dos de Mayo de 1808 en Madrid  y muerte heroica de Daóiz y Velarde, o Entrada de Riego en Sevilla se había trasladado a Madrid para aprender Grabado. Trabajó en la capital como grabador y lograría ingresar en la Academia de San Fernando, además de llegar a ser socio de mérito de la Real Sociedad Económica-Matritense. Es entonces cuando publica su Stenografía o arte de escribir abreviado, siguiendo la palabra de un orador o la conversación viva de dos o más personas, inventado en inglés por Samuel Taylor; y arreglado al uso de la lengua castellana (1800), dos años más tarde profundiza en el tema y presenta a la Matritense el manuscrito de su Taquigrafía castellana o Arte de escribir con tanta velocidad como se habla y con la misma claridad que la escritura común (1803). El éxito de esta obra hizo que lograra el establecimiento de una cátedra de Taquigrafía a su cargo. Todavía en 1808 publica la Poligrafía o arte de escribir en cifra de diferentes modos, que se vendería aún en 1811.
               En 1800 también había visto la luz la Taquigrafía o método de escribir con la ligereza que se habla o se lee, inventado por el inglés Samuel Taylor, adaptado a la lengua francesa por T. P. Bertin; y acomodado a la castellana por Don Juan Álvarez Guerra, lo que llevó a ambos a sostener una polémica en la prensa.
             Durante la guerra de la Independencia Martí se trasladaría a Cádiz y la Regencia lo nombraría grabador de la Imprenta Real, mientras su hijo formaría parte del grupo de taquígrafos que trabajaría en las Cortes a partir de diciembre de 1810. Según la Guía Política, Antonio Mercar, era el taquígrafo 1º destinado a la Secretaría de la redacción del Periódico de Cortes
              Álvarez Guerra, por su parte, también había llegado a la capital gaditana y utilizaría sus conocimientos taquigráficos cuando acudía a las sesiones de Cortes, para trasladar luego los resultados de los debates al Semanario Patriótico, que redactaba junto a Quintana.
                Por su parte Guillermo Atanasio Jaramillo que, según Martí, había sido alumno de su escuela, publicó en Cádiz un Curso de Taquigrafía Española, o sea Arte de escribir tan pronto como se habla.- Obra utilísima para aprender este arte sin ayuda de Maestro.- Su recopilador D. Guillermo Xaramillo (1811), que vendía al público por 20 rs. y tuvo tanto éxito que se reimprimiría en Londres en ese mismo año, para disgusto de Martí que la consideraba muy imperfecta. Martí daría también clases en Cádiz en los últimos meses de 1811. Cf. Diario mercantil de Cádiz de 31 de diciembre de 1811. Véase también las noticias que trae Ramón Solís en El Cádiz de las Cortes, p. 393.
             El Diario mercantil de Cádiz de 12 de diciembre de 1810 inserta un anuncio de Manuel Risueño que ofrece impartir un curso en su casa en ocho lecciones por media onza de otro. Este había sido director de la Academia de taquigrafía establecida en Cádiz en 1807 bajo el amparo del marqués del Socorro y de la Solana.
                  El Conciso de 6 de noviembre de 1810 anuncia además las clases de Taquigrafía de José Moya, en la calle Nueva, frente al café San Antonio,
                  Mientras, el Diario mercantil de Cádiz de 5 de mayo de 1811 anuncia la venta de un Curso de taquigrafía. Aunque no se cita al autor, posiblemente sea de Jaramillo pues se avisa que se aprende sin necesidad de maestro. 
En fin, toda una infraestructura humana y técnica en torno a los debates de las Cortes que permitían a los ciudadanos tener una opinión pública lo mejor informada posible.
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