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domingo, 25 de mayo de 2014

María Gertrudis de Hore. «La hija del Sol» (Cádiz, 1742-1801)

         De la hermosura de esta gaditana, a un tiempo real y de leyenda, no nos quedan testimonios plásticos, pero sí la memoria literaria que la convierte en un ser excepcional por su belleza, sensibilidad, riqueza e inteligencia. Nació en 1742 en el seno de una familia de origen irlandés, compuesta por Miguel Hore y María Ley, que como antes el abuelo materno, Lorenzo Ley, afianzó sus negocios mercantiles, mediante matrimonios endogámicos dentro del círculo irlandés y las buenas relaciones con la iglesia católica.

Goya. Alegoría del Amor (Cupido y Psique) 1798-1805.

         María Ley, recibiría como legado paterno una esclava negra, Juana, en 1750, que posiblemente acompañaría a la joven Mª.  Getrudis cuando se casó con el comerciante portuense Esteban Fleming, de 25 años ––y socio de la compañía mercantil de su padre––, el 15 de agosto de 1762. Mª. Gertrudís tenía entonces 19 años, edad no demasiado temprana para lo que se acostumbraba en la época. Durante casi tres años, el matrimono residió en la casa paterna, hasta que el 14 de julio de 1765 se establecieron en El Puerto de Santa María, para volver a Cádiz en 1768, año en que al parecer asistió a los ejercicios literarios de Rosario Cepeda y Mayo, a la que dedicó unos poemas, que se publicaron en el libro dedicado a conmemorar aquel evento. Así reaparece Mª. Getrudis en esta ciudad ilustrada que vio desarrollar la creación literaria de Beatriz Cienfuegos y Frasquita Larrea, también por cierto de origen irlandés por vía materna, como los White, O' Crowley, Langton, Murphy, entre otros. 
         Desde 1769 participa en la tertulia que tenía el marino Antonio de Ulloa, junto con Gonzalo Cañas ––a quien Hore dirigirá algunas de sus epístolas en verso–– y algunas amigas, que aparecen en dicha correspondencia con ocasión de una despedida temporal (Sullivan 1992). Algunos de sus poemas serían dados a conocer por el Correo de Madrid, en 1787 y luego por el Diario de Madrid, entre 1795 y 1796 y, años más tarde la reinvindicaría Quintana en su Ensayo de una Biblioteca de poetas del siglo XVIII (1820).
         Hacia 1775 emprendió un viaje a Madrid y en 1778 María Gertrudis entró en el convento de Santa María, con la autorización de su marido, cuando tenia treinta y cinco años. Hasta qué punto fue detonante el posible adulterio cometido en una finca de San Fernando, tal como lo relata Fernán Caballero en su cuento, o «relación», La Hija del Sol, es difícil determinarlo. En todo caso, cabe señalar que Esteban Fleming realizaba frecuentes viajes a Trinidad, La Habana y otros lugares de América, lo que daría ocasión a que Mª. Gertrudis tuviera la posibilidad de gozar de alguna ocasión propicia como la que describe Fernán Caballero, quien por otra parte, recurre a las Memorias para la biografía y la bibliografía de la Isla de Cádiz (1830), de Cambiaso, para inspirarse. 
         Ya en la clausura, Mª. Gertrudis, ahora ya Sor María de la Cruz, siguió escribiendo, aunque desde entonces cultivaría una poesía de temática preferentemente religiosa, concretamente se conservan una Novena, un Quinario y un Stabat Mater Dolorosa, donde se trasluce también la experiencia del hijo muerto de viruelas, como ha estudiado Frédérique Morand. 

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