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sábado, 21 de abril de 2012

De periódicos y periodistas. En los años de la Independencia y Cortes de Cádiz. I


Hasta 1803 no incluirá el Diccionario de la Real Academia la voz periódico, con el significado de papel escrito que se publica con cierta periodicidad. En 1737 ya veían la luz en España lo que hoy conocemos como periódicos, pero entonces esa clase de publicación era conocida bien por el tipo de periodicidad -diaria, semanal, mensual, trimestral, anual- como figura en el título del Diario de los literatos de España (1737), el Hebdomadario de Cádiz (semanario, de 1786); bien por el contenido de su información, «gaceta» si ofrecían información oficial gubernativa o «mercurio», si priorizaba la información mercantil, pues no hay que olvidar que Mercurio, el dios alado, era protector del comercio; o bien, por el modelo que seguían, caso de los llamados «espectadores», periódicos de crítica social y, hasta donde les era posible, política, que escrutaban las mores, esto es, las costumbres de la sociedad, tal como habían hecho Addison y Steele en The Spectator
          En esta última línea, se sitúan los mejores periódicos de la época como El Pensador (1762), La Pensadora (1763) y El Censor (1781). Otros periódicos eran misceláneos y tomaban su nombre del medio que les servía para obtener noticias y difundirlas al público, el correo y la posta o la estafeta; así podemos recordar al Correo de los ciegos, a El Postigón de Cádiz o La Estafeta de Londres. 
          En general, los autores de estas informaciones era denominados «escritores públicos», pues editaban periódicos y otros escritos de interés general, que informaban acerca de los temas que afectaban a la res publica, a los asuntos del país. Normalmente, estos escritores no se limitaban a escribir periódicos sino que escribían o traducían todo tipo de obras. 
          La voz «periodista» no será admitida por la RAE hasta 1822, con el significado de «compositor, autor o editor de un periódico». Esto se explica porque la voz periodista aún no estaba tan extendida en el uso, como lo está hoy, y porque lo normal era que los periodistas no se dedicaran profesionalmente a estas tareas, que solían compaginar con otras.
          Así, habría que matizar el uso del término «periodista», cuando hablamos de los autores y editores de los periódicos de la Guerra de la Independencia y de las Cortes de Cádiz, pues ni ellos mismos, al menos en los primeros años, se consideraban así. José Manuel Quintana, el principal autor del Semanario patriótico (1808, 1809-10, 1811-12) era escritor, hasta entonces era conocido por su obra literaria en prosa y verso, aunque también era uno de los principales responsables de la revista Variedades de Ciencias, Literatura y Artes (1805) en la que subrepticiamente introducía crítica política, a través del ejercicio de la crítica literaria, fundamentalmente de comedias y dramas, pues el teatro era uno de los géneros que más interesaba al público y a Quintana le interesaba particularmente porque solía transmitir algún tipo de mensaje didáctico o, incluso, cuando sea posible, político, como recordará también el Semanario Patriótico en su campaña para reabrir el teatro gaditano, cerrado por mor de la guerra.
          También era escritor Sánchez Barbero, poeta conocido como «Floralbo Corintio» y lo mismo Pablo de Jérica, que publicó una colección de Cuentecillos jocosos (1804) y la traducción de una obra de teatro en 1807, al tiempo que se ocupaba de los negocios mercantiles que su padre tenía en Cádiz. Sería precisamente él uno de los primeros en utilizar la voz «periodista», pero entonces la batalla política ya estaba declarada.  
          Acababa de publicarse de forma anónima el Diccionario razonado manual para inteligencia de ciertos escritores, que por equivocación han nacido en España, con un prólogo firmado a 11 de junio de 1811, y que había conocido una segunda edición con un «Apéndice» al mes siguiente. Según insinúa un artículo comunicado al Diario Mercantil de Cádiz el 31 de julio, el Diccionario, de autoría colectiva, había salido en defensa del tribunal del Santo Oficio, tras un artículo del Semanario Patriótico en que al abordar el tema de la Inquisición desaró la ira de los denominados «negros» o serviles.
Desde ese verano de 1811, los periodistas, ahora ya sí considerados como gremio son objetivo de una persecución casi inquisitorial, como declara el propio Jérica, que en primer lugar animaba al Conciso a reanudar la batalla a favor de la libertad de imprenta como hiciera tiempo atrás, para asegurar así –espera- el enraizamiento de esta nueva planta (Diario mercantil de Cádiz, 5 de julio de 1811); y, en segundo lugar, advertía: «Señores periodistas: ojo alerta, que asan carne.- De vms.-» (Diario mercantil de Cádiz, 13 de julio de 1811).

viernes, 20 de abril de 2012

Guerra de ideas. Nueva publicación doceañista

Guerra de ideas. Política y cultura en la España de la Guerra de la Independencia es el título de una nueva publicación editada por Marcial Pons, bajo la responsabilidad editorial de Pedro Rújula y Jordi Canal.





El libro se divide en cinco bloques: 
1. Europa. La batalla de las ideas. Contiene trabajos sobre la revolución y contrarrevolución en Italia, Francia y Portugal, de Antonino de Francesco, Pierre Serna y Jose Tengarrinha.
2.Liberales, serviles y afrancesados. Incluye las visiones sobre las bases de modelo legistalitvo liberal, el argumentario servil y el ideal de los afrancesados de Mª Cruz Romeo Mateo, Demetrio Castro, y Juan López Tabar.
3. Los espacios de la política. Richard Hocquellet, Pedro Rújula, Jean-Philip Louis, Marieta Cantos Casenave  abordan cuestiones sobre el cambio de representación de los pueblos, el universo político popular, nuevas factores en el hundimiento del Antiguo Régimen, y la conquista femenina de un espacio público para expresar sus ideas políticas.
4. Las ideas como arma. Javier Fernández Sebastián, Alberto Ramos Santana y Emilio de Diego hablan respectivamente sobre el lenguaje, la propaganda, y la difusión callejera.
5. En el tiempo. Plantean sus reflexiones, sobre las conmemoraciones, las políticas de memoria, la mitificación, la recreación literaria y la modelación historiográfica, Stéphan Michoneau, Carlos Forcadell, Gustavo Alares López,  Jordi Canal, Ignacio Peiró Martín.




 Se trata de una nueva oportunidad para profundizar en el conocimiento de la Guerra de la Independencia y la batalla dialéctica surgida también con el telón de fondo de las Cortes de Cádiz y el debate sobre la Constitución de 1812.


¡A disfrutar!
El índice detallado en esta página  de Marcial Pons.

miércoles, 18 de abril de 2012

"El caso Casas Viejas" de Tano Ramos

El pasado lunes se presentó en Madrid El caso Casas Viejas de Tano Ramos, que obtuvo el XXIV Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias, que concede la editorial Tusquets, y que acaba de llegar a las librerías. En el acto contó con la intervención del periodista Iñaki Gabilondo y con la del catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, Julio Aróstegui.  
Enhorabuena a Tano y a su familia y desde aquí una invitación a leer esta crónica de una infamia, que seguro que estremecerá y conmoverá a muchos.

martes, 17 de abril de 2012

Tertulias que hacen Historia. Mañana nueva cita con la UCA

Algunos apuntes históricos:

Si solemos recordar las tertulias que celebraban el cura y el barbero en Don Quijote, lo cierto es que la Real Academia Española no incluye la palabra  hasta su edición de 1739 y con el sentido de «junta voluntaria o congreso de hombres discretos, para discurrir en alguna materia». También, como «junta de amigos, y familiares para conversación, juego y otras diversiones honestas»; así como, en su tercera acepción, el corredor que «en los corrales de comedias de Madrid» está más alto que todos los aposentos o desvanes. A continuación, al definir la voz tertuliano como «el que asiste o concurre a la tertulia con sus amigos, para divertirse», el Diccionario cita como ejemplo unos versos de Luis de Ulloa, recogidos en sus Obras de 1674, lo que evidencia la relación entre la conversación divertida y crítica, sostenida en un espacio privado, a veces con intención de comentar, sin exigencias de rigor alguna, las incidencias de una representación teatral. En cualquier caso, como sostiene Corominas, a fines del siglo XVII, el padre Diego Calleja recordaba a los que «por alusivo gracejo llamamos tertulios, que sin haber cursado por destino las Facultades, con su mucho ingenio y alguna aplicación suelen hacer, no en vano, muy buen juicio de todo».
La principal diferencia entre la tertulia y la academia es que, en este segundo caso, la reunión no suele ser tan espontánea, el discurrir de los temas suele estar prefijado y en ella participan miembros de cierto entendimiento en la materia, aunque a veces esta versara sobre asuntos literarios como la conocida Academia del Buen Gusto, que reunía la marquesa de Sarriá desde 1749 en su aristocrático salón de la calle del Turco de Madrid.  Más libre parece la tertulia fundada por Nicolás Fernández de Moratín en la década de los sesenta en torno a la madrileña Fonda de San Sebastián con el concurso de su hijo Leandro, Iriarte, Samaniego, Meléndez Valdés, Goya y otros, donde debatían sobre literatura, amores y toros, aunque parece que los temas de política no se tocaban, pues la crítica política circulaba clandestinamente.
Lo cierto es que este tipo de reuniones informales, generalmente ociosas, eran ya frecuente en estos años, como medio de entretenimiento lo que incluía la lectura de novelas, cuentos, alamanaques y otros libros de pasatiempo, según recuerda Nipho en su Novelero de los estrados y tertulias. Diario universal de las bagatelas  (1764). Las tertulias eran asimismo un medio informal de generar cierta opinión, tal como recogía ya el periódico Duende especulativo de la vida civil (1761). Aunque estos cenáculos solían ser eminentemente burgueses y ciudadanos, también eran frecuentes en el ámbito rural, lo que explica que Hilario Santos Alonso publicara en 1768 la Tertulia de la aldea, una publicación popular compuesta por diferentes «Pasatiempos», en los que se contienen los relatos que en casa del vecino Terrones se contaban el cura, el médico, el hidalgo y el barbero. Entre estos cuentos, chistes o sucesos jocosos e historias para ser narradas al calor de la lumbre, se hallan, por cierto, algunas historias abreviadas extraídas del Quijote.
Por estos mismo años, los periódicos son conscientes de que parte de su éxito se funda en ser leídos y comentados en las tertulias, como recuerda la Pensadora gaditana (1763) o el Correo de los ciegos (1787). Este último periódico, en el mes de octubre de ese mismo año se hacía eco, precisamente, de la elevación, «por los individuos de la tertulia de la Marquesa de Santa Cruz de Aguirre, del primer Globo aerostático que se ha visto en esta Ciudad de Plasencia».
La tertulia en el XVIII también está relacionada con la costumbre del café, y las reuniones en botillerías y tabernas. De lo primero, se hace eco la colección de relatos El Café (1792), de Alejandro Moya, mientras de la costumbres de mantener las tertulias con la asistencia libre de los cortejos –acompañantes de mujeres casadas- da cuenta la obra Vicios de las tertulias y concurrencias del tiempo; excesos y perjuicios de las conversaciones del día llamadas por otro nombre cortejos … (1785) de Gabriel Quijano.
Es sabido que, en Cádiz, algunas mujeres presidían sus propias tertulias literarias, caso de Mª Gertrudis de Hore, la Hija del Sol, o de puro entretenimiento como recoge el periódico del Barón de la Bruère, Correo de las Damas (1804, 183). También las recrea el sainetero Ramón de la Cruz en La disputa en la tertulia (1753) y el gaditano Juan Ignacio González del Castillo en su sainete El Café de Cádiz, donde concurren algunas mujeres, lo mismo que en otros pinta la asistencia frecuente de las mujeres a las reuniones mantenidas en las tabernas, a pesar de la prohibición de Carlos IV.
A finales del XVIII eran conocidas las tertulias mantenidas por Frasquita Larrea y Juan Nicolás Böhl de Faber –de quien, según Adolfo de Castro, González del Castillo fue maestro de español- y no dejaron de frecuentar las mantenía la madre de Juan Nicolás y los amigos en su viaje a Alemania, como de reanudarlas después en Cádiz, cuando regresó toda la familia menos el hijo mayor en 1814. Lo que resulta casi imposible es que Frasquita las mantuviera por mucho tiempo durante los años de las Cortes, pues vivía en Chiclana con su madre e hijas pequeñas hasta que, gracias a un salvoconducto del general Villate a quien había tenido que alojar por fuerza-, pudo pasar por unos pocos meses a Cádiz, mientras veía la forma de reunirse con su marido e hijos mayores, entre ellos Cecilia –la futura Fernán Caballero-, en Alemania, lo que haría en junio de 1811, fecha en la que también dejó Cádiz la liberal Margarita de Morla. En este sentido, si Alcalá Galiano no equivoca las fechas, fueron unos pocos meses de la primavera de 1811 cuando pudieron coincidir las tertulias de ambas mujeres. La relación más fuerte –y bastante tensa- de Alcalá Galiano con el matrimonio Böhl de Faber fue posterior, a partir de 1814. 
En estos años del Cádiz de las Cortes, sí que eran famosas y hay más numerosos testimonios de las mantenidas por la marquesa de Pontejos –donde se jugaba al monte-, las del regente Agar, la del obispo Nadal o las que radicaban en los cafés de Apolo, el Correo, El León de Oro, las Cadenas, o en la tienda de vinos «La Taconera». Sea como fuere, lo cierto es que a parte de la conversación informal, del juego y los bailes, la tertulia política adquirió su mayor dimensión en esta ciudad y en estas fechas, amparada por el decreto de libertad de imprenta y al calor de la opinión pública que se alimentaba tanto de la publicación de libros y folletos –que se encontraban con facilidad en las más de veinticinco librerías y numerosos puestos de papeles públicos-, como de pasquines y rumores mantenidos en plazas y calles, como recordaba en su sección Calle Ancha el Redactor General y luego El Conciso.
La Isla de León (actual San Fernando) también era escenario de otras reuniones quizás menos conocidas, como la que mantenía la portuguesa Carmen Silva y su pareja el médico militar Pedro Pascasio Fernández Sardinó en la población de San Carlos.
Como homenaje a esta libertad de opinión y de expresión política, del interés por estar bien formado e informado como recordaba el propio decreto de libertad de imprenta y, aún antes, desde 1808, el Semanario patriótico de Manuel José Quintana, y como medio distendido de hacer historia, deshacer tópicos y recordar que lo que se vivió en Cádiz fue extraordinario, pero no único, nacen estas Tertulias que hacen historia, donde se abordarán temas diversos que dan cuenta del esplendor artístico y cultural que se encierra entre sus murallas.

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Las tertulias podían ser diarias, semanales o no tener periodicidad fija. Como queremos que estas Tertulias que hacen historia no sean demasiado formales, pero sí sean un éxito y un placer para los concurrentes las anunciaremos con la antelación debida y buscaremos un espacio privilegiado que sea muestra del patrimonio artístico y cultural de la ciudad, especialmente el que se halla en manos de particulares, que lo atesoran con reverencia a su pasado y protegen con el mimo que merecen.
Esperemos que, tal como se sugiere en el título del ciclo, sea una experiencia histórica.
En este blog seguiremos ampliando información sobre este ciclo y cuantos temas tengan que ver con él.

Próxima convocatoria:





«Teatro y música». 

Miércoles 18 de abril a las 19 horas, en la Casa de los Cinco Gremios (Ancha 16).



IMPORTANTE

Cómo asistir:

·         Al ser el aforo muy limitado se ha habilitado un sistema de inscripción gratuita (riguroso y automático orden de llegada)  a través de la web: http://celama.uca.es/2011premcon/solicitudes/tertulias que estará operativo desde las nueve de la mañana del jueves 12 de abril de 2012.

·         Una inscripción por persona.

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 Si carece de internet puede hacer esta inscripción telefónicamente en el 956015800.
            Más información AQUÍ
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