Hasta 1803 no incluirá el Diccionario de la Real Academia la voz periódico, con el significado de papel escrito que se publica con cierta periodicidad. En 1737 ya veían la luz en España lo que hoy conocemos como periódicos, pero entonces esa clase de publicación era conocida bien por el tipo de periodicidad -diaria, semanal, mensual, trimestral, anual- como figura en el título del Diario de los literatos de España (1737), el Hebdomadario de Cádiz (semanario, de 1786); bien por el contenido de su información, «gaceta» si ofrecían información oficial gubernativa o «mercurio», si priorizaba la información mercantil, pues no hay que olvidar que Mercurio, el dios alado, era protector del comercio; o bien, por el modelo que seguían, caso de los llamados «espectadores», periódicos de crítica social y, hasta donde les era posible, política, que escrutaban las mores, esto es, las costumbres de la sociedad, tal como habían hecho Addison y Steele en The Spectator.
En esta última línea, se sitúan los mejores periódicos de la época como El Pensador (1762), La Pensadora (1763) y El Censor (1781).
Otros periódicos eran misceláneos y tomaban su nombre del medio que les
servía para obtener noticias y difundirlas al público, el correo y la
posta o la estafeta; así podemos recordar al Correo de los ciegos, a El Postigón de Cádiz o La Estafeta de Londres.
En general, los autores de estas informaciones era denominados «escritores públicos», pues editaban periódicos y otros escritos de interés general, que informaban acerca de los temas que afectaban a la res publica, a los asuntos del país. Normalmente, estos escritores no se limitaban a escribir periódicos sino que escribían o traducían todo tipo de obras.
La voz «periodista» no será admitida por la RAE hasta 1822, con el significado de «compositor, autor o editor de un periódico». Esto se explica porque la voz periodista aún no estaba tan extendida en el uso, como lo está hoy, y porque lo normal era que los periodistas no se dedicaran profesionalmente a estas tareas, que solían compaginar con otras.
Así, habría que matizar el uso del término «periodista», cuando hablamos de los autores y editores de los periódicos de la Guerra de la Independencia y de las Cortes de Cádiz, pues ni ellos mismos, al menos en los primeros años, se consideraban así. José Manuel Quintana, el principal autor del Semanario patriótico (1808, 1809-10, 1811-12) era escritor, hasta entonces era conocido por su obra literaria en prosa y verso, aunque también era uno de los principales responsables de la revista Variedades de Ciencias, Literatura y Artes (1805) en la que subrepticiamente introducía crítica política, a través del ejercicio de la crítica literaria, fundamentalmente de comedias y dramas, pues el teatro era uno de los géneros que más interesaba al público y a Quintana le interesaba particularmente porque solía transmitir algún tipo de mensaje didáctico o, incluso, cuando sea posible, político, como recordará también el Semanario Patriótico en su campaña para reabrir el teatro gaditano, cerrado por mor de la guerra.
También era escritor Sánchez Barbero, poeta conocido como «Floralbo Corintio» y lo mismo Pablo de Jérica, que publicó una colección de Cuentecillos jocosos (1804) y la traducción de una obra de teatro en 1807, al tiempo que se ocupaba de los negocios mercantiles que su padre tenía en Cádiz. Sería precisamente él uno de los primeros en utilizar la voz «periodista», pero entonces la batalla política ya estaba declarada.
Acababa
de publicarse de forma anónima el Diccionario razonado manual para
inteligencia de ciertos escritores, que por equivocación han nacido en España,
con un prólogo firmado a 11 de junio de 1811, y que había conocido una segunda
edición con un «Apéndice» al mes siguiente. Según insinúa un artículo
comunicado al Diario Mercantil de Cádiz el 31 de julio, el Diccionario, de autoría colectiva, había salido en defensa del tribunal del Santo
Oficio, tras un artículo del Semanario Patriótico en que al abordar el tema de la Inquisición desaró la ira de los denominados «negros» o serviles.
Desde ese verano de 1811, los periodistas, ahora ya sí considerados como gremio son objetivo de una
persecución casi inquisitorial, como declara el propio
Jérica, que en
primer lugar animaba al Conciso a reanudar la batalla a favor de la
libertad de imprenta como hiciera tiempo atrás, para asegurar así –espera- el
enraizamiento de esta nueva planta (Diario mercantil de Cádiz, 5 de
julio de 1811); y, en segundo lugar, advertía: «Señores
periodistas: ojo alerta, que asan carne.- De vms.-» (Diario mercantil de
Cádiz, 13 de julio de 1811).
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