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martes, 17 de abril de 2012

Tertulias que hacen Historia. Mañana nueva cita con la UCA

Algunos apuntes históricos:

Si solemos recordar las tertulias que celebraban el cura y el barbero en Don Quijote, lo cierto es que la Real Academia Española no incluye la palabra  hasta su edición de 1739 y con el sentido de «junta voluntaria o congreso de hombres discretos, para discurrir en alguna materia». También, como «junta de amigos, y familiares para conversación, juego y otras diversiones honestas»; así como, en su tercera acepción, el corredor que «en los corrales de comedias de Madrid» está más alto que todos los aposentos o desvanes. A continuación, al definir la voz tertuliano como «el que asiste o concurre a la tertulia con sus amigos, para divertirse», el Diccionario cita como ejemplo unos versos de Luis de Ulloa, recogidos en sus Obras de 1674, lo que evidencia la relación entre la conversación divertida y crítica, sostenida en un espacio privado, a veces con intención de comentar, sin exigencias de rigor alguna, las incidencias de una representación teatral. En cualquier caso, como sostiene Corominas, a fines del siglo XVII, el padre Diego Calleja recordaba a los que «por alusivo gracejo llamamos tertulios, que sin haber cursado por destino las Facultades, con su mucho ingenio y alguna aplicación suelen hacer, no en vano, muy buen juicio de todo».
La principal diferencia entre la tertulia y la academia es que, en este segundo caso, la reunión no suele ser tan espontánea, el discurrir de los temas suele estar prefijado y en ella participan miembros de cierto entendimiento en la materia, aunque a veces esta versara sobre asuntos literarios como la conocida Academia del Buen Gusto, que reunía la marquesa de Sarriá desde 1749 en su aristocrático salón de la calle del Turco de Madrid.  Más libre parece la tertulia fundada por Nicolás Fernández de Moratín en la década de los sesenta en torno a la madrileña Fonda de San Sebastián con el concurso de su hijo Leandro, Iriarte, Samaniego, Meléndez Valdés, Goya y otros, donde debatían sobre literatura, amores y toros, aunque parece que los temas de política no se tocaban, pues la crítica política circulaba clandestinamente.
Lo cierto es que este tipo de reuniones informales, generalmente ociosas, eran ya frecuente en estos años, como medio de entretenimiento lo que incluía la lectura de novelas, cuentos, alamanaques y otros libros de pasatiempo, según recuerda Nipho en su Novelero de los estrados y tertulias. Diario universal de las bagatelas  (1764). Las tertulias eran asimismo un medio informal de generar cierta opinión, tal como recogía ya el periódico Duende especulativo de la vida civil (1761). Aunque estos cenáculos solían ser eminentemente burgueses y ciudadanos, también eran frecuentes en el ámbito rural, lo que explica que Hilario Santos Alonso publicara en 1768 la Tertulia de la aldea, una publicación popular compuesta por diferentes «Pasatiempos», en los que se contienen los relatos que en casa del vecino Terrones se contaban el cura, el médico, el hidalgo y el barbero. Entre estos cuentos, chistes o sucesos jocosos e historias para ser narradas al calor de la lumbre, se hallan, por cierto, algunas historias abreviadas extraídas del Quijote.
Por estos mismo años, los periódicos son conscientes de que parte de su éxito se funda en ser leídos y comentados en las tertulias, como recuerda la Pensadora gaditana (1763) o el Correo de los ciegos (1787). Este último periódico, en el mes de octubre de ese mismo año se hacía eco, precisamente, de la elevación, «por los individuos de la tertulia de la Marquesa de Santa Cruz de Aguirre, del primer Globo aerostático que se ha visto en esta Ciudad de Plasencia».
La tertulia en el XVIII también está relacionada con la costumbre del café, y las reuniones en botillerías y tabernas. De lo primero, se hace eco la colección de relatos El Café (1792), de Alejandro Moya, mientras de la costumbres de mantener las tertulias con la asistencia libre de los cortejos –acompañantes de mujeres casadas- da cuenta la obra Vicios de las tertulias y concurrencias del tiempo; excesos y perjuicios de las conversaciones del día llamadas por otro nombre cortejos … (1785) de Gabriel Quijano.
Es sabido que, en Cádiz, algunas mujeres presidían sus propias tertulias literarias, caso de Mª Gertrudis de Hore, la Hija del Sol, o de puro entretenimiento como recoge el periódico del Barón de la Bruère, Correo de las Damas (1804, 183). También las recrea el sainetero Ramón de la Cruz en La disputa en la tertulia (1753) y el gaditano Juan Ignacio González del Castillo en su sainete El Café de Cádiz, donde concurren algunas mujeres, lo mismo que en otros pinta la asistencia frecuente de las mujeres a las reuniones mantenidas en las tabernas, a pesar de la prohibición de Carlos IV.
A finales del XVIII eran conocidas las tertulias mantenidas por Frasquita Larrea y Juan Nicolás Böhl de Faber –de quien, según Adolfo de Castro, González del Castillo fue maestro de español- y no dejaron de frecuentar las mantenía la madre de Juan Nicolás y los amigos en su viaje a Alemania, como de reanudarlas después en Cádiz, cuando regresó toda la familia menos el hijo mayor en 1814. Lo que resulta casi imposible es que Frasquita las mantuviera por mucho tiempo durante los años de las Cortes, pues vivía en Chiclana con su madre e hijas pequeñas hasta que, gracias a un salvoconducto del general Villate a quien había tenido que alojar por fuerza-, pudo pasar por unos pocos meses a Cádiz, mientras veía la forma de reunirse con su marido e hijos mayores, entre ellos Cecilia –la futura Fernán Caballero-, en Alemania, lo que haría en junio de 1811, fecha en la que también dejó Cádiz la liberal Margarita de Morla. En este sentido, si Alcalá Galiano no equivoca las fechas, fueron unos pocos meses de la primavera de 1811 cuando pudieron coincidir las tertulias de ambas mujeres. La relación más fuerte –y bastante tensa- de Alcalá Galiano con el matrimonio Böhl de Faber fue posterior, a partir de 1814. 
En estos años del Cádiz de las Cortes, sí que eran famosas y hay más numerosos testimonios de las mantenidas por la marquesa de Pontejos –donde se jugaba al monte-, las del regente Agar, la del obispo Nadal o las que radicaban en los cafés de Apolo, el Correo, El León de Oro, las Cadenas, o en la tienda de vinos «La Taconera». Sea como fuere, lo cierto es que a parte de la conversación informal, del juego y los bailes, la tertulia política adquirió su mayor dimensión en esta ciudad y en estas fechas, amparada por el decreto de libertad de imprenta y al calor de la opinión pública que se alimentaba tanto de la publicación de libros y folletos –que se encontraban con facilidad en las más de veinticinco librerías y numerosos puestos de papeles públicos-, como de pasquines y rumores mantenidos en plazas y calles, como recordaba en su sección Calle Ancha el Redactor General y luego El Conciso.
La Isla de León (actual San Fernando) también era escenario de otras reuniones quizás menos conocidas, como la que mantenía la portuguesa Carmen Silva y su pareja el médico militar Pedro Pascasio Fernández Sardinó en la población de San Carlos.
Como homenaje a esta libertad de opinión y de expresión política, del interés por estar bien formado e informado como recordaba el propio decreto de libertad de imprenta y, aún antes, desde 1808, el Semanario patriótico de Manuel José Quintana, y como medio distendido de hacer historia, deshacer tópicos y recordar que lo que se vivió en Cádiz fue extraordinario, pero no único, nacen estas Tertulias que hacen historia, donde se abordarán temas diversos que dan cuenta del esplendor artístico y cultural que se encierra entre sus murallas.

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Las tertulias podían ser diarias, semanales o no tener periodicidad fija. Como queremos que estas Tertulias que hacen historia no sean demasiado formales, pero sí sean un éxito y un placer para los concurrentes las anunciaremos con la antelación debida y buscaremos un espacio privilegiado que sea muestra del patrimonio artístico y cultural de la ciudad, especialmente el que se halla en manos de particulares, que lo atesoran con reverencia a su pasado y protegen con el mimo que merecen.
Esperemos que, tal como se sugiere en el título del ciclo, sea una experiencia histórica.
En este blog seguiremos ampliando información sobre este ciclo y cuantos temas tengan que ver con él.

Próxima convocatoria:





«Teatro y música». 

Miércoles 18 de abril a las 19 horas, en la Casa de los Cinco Gremios (Ancha 16).



IMPORTANTE

Cómo asistir:

·         Al ser el aforo muy limitado se ha habilitado un sistema de inscripción gratuita (riguroso y automático orden de llegada)  a través de la web: http://celama.uca.es/2011premcon/solicitudes/tertulias que estará operativo desde las nueve de la mañana del jueves 12 de abril de 2012.

·         Una inscripción por persona.

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 Si carece de internet puede hacer esta inscripción telefónicamente en el 956015800.
            Más información AQUÍ

1 comentario:

Marieta Cantos Casenave dijo...

Publicado el álbum fotográfico de Tertulias que hacen Historia:

http://www.uca.es/web/actividades/memoriagrafica/20120418tertuliashistoria

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