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viernes, 23 de noviembre de 2012

Literatura y Periodismo I.La carta, el diálogo y el ensayo

Cuando explico a mis alumnos, de Filología o de Humanidades, las relaciones entre Literatura y Periodismo, tengo que empezar por recordarles que aunque los periódicos aparecen en España en el siglo XVIII, la voz periodista, como sinónimo de papelista, solo aparece -utilizada peyorativamente- por Juan Antonio Aragonés en El Amigo del público (1763) -el mismo año en que se publica en Cádiz La Pensadora Gaditana.



De modo que, la palabra periodista no llega a utilizarse con regularidad hasta las Cortes de Cádiz y, aun así, solo de forma esporádica; de aquí que. hasta 1822, como recordaba en una entrada anterior, no ingresa el término en el Diccionario de la Real Academia.
Por otra parte, el periodismo del XVIII era muy diferente en la primera mitad de la centuria y tenía una clara dimensión de literatura periódica, es decir que era un tipo de literatura que convocaba a sus lectores con determinada periodicidad, aunque esto tampoco era así siempre. No era infrecuente que algunos editores avisaran a su público que la cita con ellos se retrasaría hasta que su carácter así lo procurase o su correo así lo permitiese.
Este segundo aspecto es otro que me detengo en precisar. El periódico tiene mucho que ver con la comunicación, con el correo y con la carta. En primer lugar, porque el periódico, como el ensayo tiene mucho de diálogo ficticio -enunciados en una primera persona- con el público lector. Y la periodicidad de esta nueva literatura estaba en relación directa con la velocidad de los correos, con la existencia de las postas, aquellos lugares donde el correo se detenía a descansar y a refrescar -renovar- sus caballos.
Por otra parte, es evidente que los primeros artículos periodísticos tienen mucho de ensayos periodísticos, con una voz muy personal que se dirige a un tú impersonal pero con el que, en principio, el lector debe identificarse,  y así pueden considerarse como essays los que escribieron Joseph Addison y Richard Steele en The Tatler (1709-11), donde daban cabida a chismes de café, The Spectator (1709-11) y The Guardian (1713). 


Al avance del periodismo contribuyeron también Daniel Defoe con su Review (1704-1713), como nos recuerda Albert Chillon en su Literatura y periodismo. Unas relaciones promiscuas, y que publicará su Robinson Crusoe en el Daily Post (1712) o Jonathan Swift, que lamentó que el gobierno británico subiera los impuestos que debía pagar la prensa periódica a fin de limitar su creciente expansión y poder. En 1710 se hizo cargo de la dirección del periódico Examiner, órgano de expresión de los tories, donde publicó numerosos panfletos y ensayos satíricos.


Pues bien, estos periódicos, que proceden de los primeros mercurios -dedicados a la información mercantil o económica-, como luego los espectadores que se publicarán en nuestro país, se caracterizaban por realizar una crítica moral o de costumbres -mores-, incluir una revista o reseña literaria, particularmente de teatro -uno de los espectáculos más populares y más  «peligrosos» para la moral pública-, y por incluir algunas piezas literarias. También incorporaron las cartas de los lectores y es que la correspondencia, fuente y medio de comunicación anterior a la existencia del periodismo, tiene mucho que ver en su origen.

martes, 20 de noviembre de 2012

Tomás Istúriz Montero (II)

Como recuerda Gil Novales, Tomás Istúriz, participó con 300 reales en la suscripción para dotar los premios que repartirá el Ayuntamiento de Cádiz el 19 de marzo de 1814, aniversario de la publicación de la Constitución, a los militares, sus viudas y huérfanos, pero su generosidad no fue tenida en cuenta por Fernando VII, como he dicho en la entrada anterior. Así que, si en el exilio británico pudo subsistir con cierta holgura fue gracias a la ayuda que recibía de la firma comercial familiar, «Viuda de Istúriz e hijos» y al parecer, también, de unas veinte mil libras que ganó jugando a la lotería en 1815 (Gonzalo Butrón, en Diccionario biográfico de Parlamentarios de Andalucía, 59).
Se desconoce en qué fecha regresó a España, pero sí se sabe que en 1819, según el recuerdo de Alcalá Galiano, los conspiradores que preparaban un pronunciamiento a un tiempo civil y militar se reunían en la casa de Istúriz en San Antonio, conocida como la «casa otomana»

En 1820, restablecidas la Constitución de 1812 y las Cortes, volvió a ser diputado. Tanto en su primera etapa como en la segunda, apostó por la organización de la Milicia Nacional, como por la transparencia de los presupesutos y la rendición de cuentas. Destacó su actividad en distintas comisiones de Comercio, preocupado como estaba por las dificultades en que se hallaba el español, en general, y el gaditano, en particular, por la amenaza constante de los piratas. 



En este sentido, a principios de noviembre de 1813, realizó una propuesta para facilitar el comercio con Asia (Gonzalo Butrón, en Diccionario biográfico de Parlamentarios, 60).
No obstante, Tomás sabía que su estado de salud era precario y, por este motivo, envió una carta a su madre el 30 de junio de 1820 hablándole de unos depósitos que tenía en Delessert y Cia en París, que debía reclamar si él faltaba. Lo cierto es que el 25 de octubre las Cortes le concedieron el permiso necesario para regresar a Cádiz, donde esperaba curarse, pero falleció al mes siguiente. Como recuerda el Diccionario biográfico de Parlamentarios, la lápida que se colocó en su tumba decía:
«Tomás de Istúriz, Gaditano, Diputado dos veces por su Provincia en las Cortes de la Nación, yace en este sepulcro. Defensor ardiente de lal libertad, vivió fugitivo en su ruina, y murió tranquilo en su victoria en 17 de noviembre de 1820 años». 
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