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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Estudios universitarios.

[..] cerradas ya nuestras tertulias, nos citábamos en tal sitio a cierta hora para ir juntos, y después de girar y vagar otros momentos al rayo de la luna, retirarnos a nuestra posada, a repasar los estudios que tanto nos afanaban y que después tan poco nos valieron.
        Una noche (ya muy cercana a su partida para pasar el verano con sus padres) dieron las doce sin haber acudido al sitio acostumbrado. Ya principiaba yo a tomar cuidado por su tardanza, cuando lo vi llegar más alegre y estruendosamente que nunca, y apoderándose de mi mano con el afecto más cordial, se me excusó de su descuido y, como siempre, enderezamos hacia nuestra posada.
         Aquella noche fueme imposible hacerle entablar discurso alguno de interés, y mucho menos de nuestras tareas académicas. 
–Estudiemos por placer y no por obligación me decía– ¿Piensas que se apreciarán nuestros develos aunque descollemos en la Universidad y logremos todos los lauros de Minerva? Si tal sucediera, ¿cómo quedarían los necios? Y ya está decidido que ellos han de campear por el mundo.

Así empieza una curiosa historia andaluza que tiene que ver con un tesoro. ¿No se diría que estos estudiantes están tan entusiasmados como los de hoy? ¿Con qué ministro y qué gobierno habrán tenido que batallar?

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