Contra esta situación se manifestó Larra en diversas ocasiones, caso de la reseña que realizó para El Español. Diario de las Doctrinas y los Intereses Sociales, n.º 188, el viernes 6 de mayo de 1836, con ocasión de la publicación del folleto de José de Espronceda, El Ministerio de Mendizabal, en el que el poeta y amigo, haciéndose eco a su vez de una rase de Fígaro, mostraba su decepción con el proyecto del gobierno de Juan Álvarez Mendizábal -comerciante de origen gaditano que había tenido que exilarse a Londres por sus ideas liberales-, cuya fama como economista y experto gestor financiero había logrado que se despertaran grandes esperanzas en una gobierno que debía contener la creciente deuda del Estado, al tiempo que atajar la sangría que suponía el enfrentamiento civil y militar con los partidarios de Carlos Mª Isidro y opositores a las pretensiones de la hija de Fernando VII.
![]() |
Biblioteca Nacional |
Pues bien, dicha reseña dejaba patente también el desengaño de Larra respecto de un gobierno liberal que, si bien había continuado los proyectos desamortizadores iniciados por las Cortes de Cádiz ––y por José I en la zona ocupada––, no daba los frutos esperados. A más de esto, la falta de libertad de imprenta para ejercer la crítica política no hacía sino provocar mayor rechazo en los escritores públicos comprometidos con el proyecto liberal:
Este opúsculo que acaba de ver la luz en la librería
de Escamilla, calle de Carretas, con el epígrafe:
Aquí llaman esto un gobierno representativo: yo llamo
esto un hombre representativo, tomado de la tercera carta de
Fígaro, es uno de los pocos quejidos que la censura
tiránica que nos abruma ha dejado escapar a la
opinión pública, ya en gran parte desengañada
del ministerio Programista (...).
Tampoco fue mucho mejor con Istúriz. Efectivamente, esta misma presión de la censura es la que denuncia Larra en el artículo que da título a esta entrada. Solo que en este último caso, la presión puede convertirse en una privación real de libertad, como le recuerda a Fígaro su criado, al recordarle las contradicciones y las amenazas en que se ve inmerso el escritor público:
Despedazado siempre por la
sed de gloria, inconsecuencia rara, despreciarás acaso a
aquellos para quienes escribes y reclamas con el incensario en la
mano su adulación; adulas a tus lectores para ser de ellos
adulado; y eres también despedazado por el temor, y no sabes
si mañana irás a coger tus laureles a las Baleares o a un
calabozo.
![]() |
Fco. Javier Istúriz |
No hay comentarios:
Publicar un comentario