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viernes, 8 de marzo de 2013

Día de la mujer. El «Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres» (1790) de Josefa Amar

Con treinta y siete años de edad, una zaragozana, Josefa de Amar y Borbón, decidió dar a la luz pública su Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres (1790)


A ella, a todas las mujeres que se han preocupado por la educación de sus congéneres y, en particular de las niñas y jóvenes, quiero dedicar esta entrada. Porque tengo la impresión de que cada vez hace más falta recordar que llevamos más de doscientos años de lucha reclamando que la educación es fundamental, lo es para ser libres, para ser capaces de decidir, para tener oportunidades y poder trabajar y disfrutar en igualdad. En cierta medida, a eso aludía Josefa de Amar cuando inauguraba su estudio con  una cita en griego de Jenofonte, seguida de su correspondiente traducción «La buena educación enseña a hacer buen uso de las leyes y a hablar de lo justo, y a escuchar». 
           Como he recordado más de una vez en este blog, los ilustrados pusieron toda su fe en la educación como motor del bienestar del país y de la felicidad de sus individuos, aunque es cierto que ese empeño fue relativo en lo que a las mujeres se refería. Así que algunas señoras como la zaragozana, conscientes de la exclusión a que se las condenaba si quedaban fuera de los beneficios de la educación, trabajó para que las mujeres tuvieran algunas oportunidades en el ámbito. Aunque no voy a repetir lo ya comentado, no debe quedar en el olvido ––y a él remito–– su primer trabajo en este ámbito, el Discurso en defensa del talento de las mujeres, del que ya me ocupé.
           Tras la cita de Jenofonte, el prólogo destacaba la originalidad del asunto y justificaba la oportunidad y conveniencia de su abordaje, dado el descuido en que la educación femenina se hallaba,  le seguían ocho capítulos en los que como han señalado Mª Victoria López Cordón ––autora de una magnífica edición de este texto––, Mónica Bolufer y Antonio Viñao, Josefa comenzaba por situarse en el ámbito del higienismo, pues no en vano era hija y nieta de médicos y sus conocimientos le habían servido para ser aceptada ese mismo año como miembro honorario de la Sociedad Médica de Barcelona. En esta primera parte, la zaragozana explica todo lo que afecta a la salud e higiene de la mujer y a los cuidados específicos que debía observar durante el embarazo, la lactancia, el puerperio, así como los que debían tener en cuenta para el buen cuidado de los niños y los que, en particular, debían transmitir a sus hijas.
           La segunda parte, la que versaba sobre la educación moral atendía en los primeros capítulos a la relación con los padres ––obediencia y respeto––, a la necesidad de conocer a Dios y la religión, así como los hábitos que se debían fomentar y los vicios que se debían corregir para alcanzar la virtud y la felicidad. En esta misma línea, los dos capítulos siguientes se centraban en las labores que las mujeres debían conocer para el gobierno doméstico, incluso aunque se tratase de señoras que no tuvieran necesidad de hacerlas por sí mismas, pues como recuerda Josefa, para poder mandar, hay que conocer antes lo que se quiere ordenar a los sirvientes. De ellos se ocupará específicamente en otro apartado, al hablar del matrimonio.
          A la educación intelectual ––estudio de las letras y desarrollo de otras destrezas y habilidades artísticas y sociales–– dedicará los capítulos siguientes, insistiendo en que el estudio era una ocupación en la que la mujer podía encontrar verdadera felicidad y un espacio para ocuparse de sí misma y de una esfera que la edad no le podría arrebatar. 
En los siguientes se ocupa de las cualidades que se debían desarrollar en las jóvenes, para, a continuación, ocuparse del estado del matrimonio, que ella muestra como una posibilidad y no como un destino ineludible, para lo que una buena relación entre madre e hija es fundamental. Ahora bien, una vez elegido el estado de casada, la mujer debe exhibir una conducta adecuada a su estado y tratar de lograr siempre la paz y felicidad conyugal.
          En los últimos capítulos se plantea una cuestión muy debatida en su época. Si la educación debían recibirla las mujeres en el ámbito doméstico o fuera del hogar. Ella, como otras señoras de su posición, se decantará por una educación doméstica, en la que la madre, con su preparación y experiencia, debía tener un papel fundamental. 
                En fin, con una apariencia bastante tradicional, en el fondo Josefa Amar hacía una moderna y decidida apuesta por la educación femenina, para liberarla de la servidumbre masculina, para darle la oportunidad de tener criterio propio y poder decidir su presente y su futuro, contribuyendo además, con el conocimiento y respeto de las leyes, a participar en el beneficio de la sociedad. Al fin y al cabo, las mujeres también podrían contribuir a la civilidad.

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