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domingo, 31 de marzo de 2013

Literatura y periodismo II. La carta y su versatilidad.

        Comentaba en una entrada anterior, de qué manera la correspondencia, el correo y concretamente la carta, habían permitido a la prensa periódica establecer un vínculo más directo y más estable con el lector, prestándole voz, aunque a veces fuera imaginada, y ofreciéndole una posibilidad de identificarse más estrechamente con el interlocutor al que se dirige el periodista. Decía también que la carta es, evidentemente, anterior a la literatura periodística y eso explica que a través suya, muchas funciones epistolares se hayan incorporado al periódico. 
            En este sentido, entre los antecedentes de la literatura periódica, suelen citarse las relaciones, textos narrativos donde se da cuenta de acontecimientos extraordinarios o notables, con un fin a veces informativo, pero no debe olvidarse que, buena parte de las informaciones vitales para el gobierno de una nación se transmitían a través de la correspondencia diplomática, de modo que, en ocasiones, la carta se convertía en fuente de información periodística.
            Claro que la carta no solo da cuenta de acontecimientos de interés informativo, también, como literatura personal, ofrece opinión y crítica, al permitir una visión distanciada ––generalmente en el espacio, pero a veces también en el tiempo–– de los hechos, los lugares, las costumbres o las personas. Y esa óptica ajena, en ocasiones extranjera y extraña, es lo que permitía también al escritor insertar una crítica más desapasionada. Así lo vio Montesquieu en sus Cartas persas, Cadalso en su Cartas marruecas y Nipho (1719-1803), incidiendo más en el aspecto informativo, primero en en su Estafeta de Londres: obra periodica, repartida en diferentes cartas, en las que se declara el proceder de la Inglaterra, respecto a sus costumbres, industria, artes, literatura, comercio, y marina (1762), en su Correo de España y noticias importantes de agricultura, artes... (1769) y, más tarde, en su Estafeta de Londres y extracto del Correo General de Europa (1786).

            Años más tarde será otro escritor y periodista, José Mª Blanco y Crespo (Sevilla, 1775-Liverpool, 1841), Blanco White, colaborador de Quintana en el Semanario Patriótico, el que en sus Cartas de Juan Sin Tierra (1811), Cartas de España (1822), se serviría del género epistolar para ofrecer una visión crítica de una nación a la que había decidido renunciar y daría luego entrada a numerosas cartas críticas en su periódico londinense El Español, entre ellas su «Carta sobre la Inquisición», de 30 de abril de 1811. 

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