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domingo, 24 de marzo de 2013

La familia Carnerero y el periodismo

Sebastián Bernardo de Carnerero se hizo con los derechos del Memorial literario en junio de 1804, con la idea, según nos cuenta Ángel Romera en su libro sobre Ilustración y literatura en Ciudad Real, de que sus dos hijos Mariano y José María publicaran en él. Los Carnerero eran protegidos de Godoy y, según este mismo investigador, su vinculación con el grupo de Quintana es obra de Capmany, censor del Memorial. En esta etapa el Memorial publicó colaboraciones de Jaun Nicasio Gallego, Sanchez Barbero, Beña, Viado y Antillón. Cerró el 30 de diciembre de 1806.
         El Memorial literario volvió a publicarse a comienzos de 1808 de la mano de Mariano, mientras su hermano emprendía la carrera diplomática, que, para esta etapa, contó con Cristóbal de Beña y Andrés de Moya Luzuriaga. Mariano marchará de Madrid y en sus años gaditanos será colaborador, con Félix Mejía, de la Tertulia Patriótica ––recientemente editada por María Angulo––, hasta que siga a su hermano en las aventuras diplomáticas y se marche a Moscú en 1812, como agregado segundo de Embajada y luego a París y Viena, desde donde volvería en 1818. Entonces reanudaría su carrera periodística junto a José Mª, que había abrazado la causa josefina y se había convertido en redactor de la Gaceta de Madrid, lo que significó su exilio en Francia. Se afincó en Toulouse donde sobrevivió traduciendo y arregland comedias francesas.
              De regreso en Madrid, en 1821, colaboró en El Universal y en el Eco de Padilla, más tarde en El Independiente y en El indicador , al tiempo que siguió la carrera teatral. Más tarde, dirigió
El correo literario y mercantil, donde colaborarían, entre otros, el poeta satírico Manuel Casal Aguado y Vicenta Maturana. El periódico, aunque fue objeto de la burla de Mariano José de Larra, suele considerarse como ejemplo de la evolución del costumbrismo periodístico.
         A este periódico siguieron las Cartas españolas, que contaría con la colaboración de Serafín Estébanez Calderón, y la Revista Española, que, olvidando su afrancesamiento, dedicó a la reina. Allí haría Larra famoso su seudónimo de Fígaro, hasta que se enemistó con Carnerero y abandonó la revista. Carnereo no abandonaría la literatura dramática y todavía en 1866 publicaría un drama de espectáculo, Los dos sargentos franceses o el cordón sanitario.

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