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jueves, 8 de septiembre de 2011

Esperanza Aguirre.

No lo he podido evitar. Aunque no voy a hablar de la famosa carta y sus faltas de ortografía, sino del flaco favor que se hace a la educación insinuando que trabajamos menos que nadie.
Es echar más leña a un fuego que no lo necesita, el del desprestigio del profesor.
Como en todas las profesiones, los hay que no dan golpe, o, al menos, que hacen lo menos posible; pero desde luego conozco a muchos, en todos los niveles educativos, que hacen su trabajo con auténtica vocación, que echan horas al día hasta decir basta y que buscan cada día la mejor forma de que sus alumnos aprendan, avancen en su camino particular del conocimiento, a pesar de las limitaciones de los medios, el escaso apoyo de algunas administraciones, la tibia o nula colaboración de algunos padres y la apatía de algunos estudiantes, porque si no hay voluntad, desde luego, no se aprende.

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