Translate

viernes, 9 de noviembre de 2012

Emancipación femenina y memoria


Sensacional la jornada de ayer del congreso «Mujeres, discursos y poder en el siglo XIX», que inauguró Rosa Ríos con una ponencia dedicada a la representación pictórica de las mujeres que consagraban su vida al mundo del espectáculo. A pesar de que los cómicos lograron que las Cortes de Cádiz reconocieran su derecho a ser enterrados en sagrado, parece que, especialmente en el caso femenino los tópicos respecto a su vida marginal y viciosa no habían variado un ápice. Las mismas imágenes de Goya y Eugenio Lucas se repetían a lo largo de todo el siglo XIX. En el fondo, mujeres «marciales», como las denominaba la Pensadora gaditana, que sin dejar de consagrase a Venus, desafiaban al majo más pintado y pinturero en lo guerrero, y desplantado, porque esas majas y manolas, esas cantantes de tonadillas, agitanadas muchas, disfrutaban asustando a los hombres con sus desmanes desgarrados, con su comportamiento liberal, callejero y, si hacía falta, provocativo, al menos desde la óptica de unos hombres que estaban hambrientos de carnalidad. De esas «tiranas» intérpretes de tonadilla, a las mujeres de conjunto, a las de las variedades, las cantaoras y bailaoras flamencas, van unos cien años, pero ¡cuánto tarda en deshacerse un prejuicio, una preocupación que se diría en la época!; por eso, algunas, las que tuvieron «posibles», se lanzaron a fabricarse su propia campaña en la prensa, para dejar muy claro que ellas solo actuaban para sacar adelante a sus hijos, pero que tras dedicar «unas horas» a las artes, consagraban el resto a su amantísima familia.
Luego, comenzó la sesión dedicada a analizar cómo se tejían una serie de discursos morales y religiosos, evidentemente diseñados mayoritariamente desde la óptica masculina, y cómo las mujeres trataban de plegarse, disentir o ajustarse a ellos.
Paralelamente, en otra sala, se seguía la lucha por la emancipación, tan llena de avances y retrocesos, con la memoria puesta en aquellas proto-feministas como Madame de Stäel, George Sand, Rosario de Acuña, Concepción Gimeno de Flaquer o Isabel Oyarzábal, que si rechazaban su inclusión en determinadas instituciones académicas, o adoptar posturas demasiado «viriles» como las de las sufragistas británicas, no desdeñaban los modelos franceses o italiano.
Llena de sugerencias, de resonancias, de pulsiones y latidos la conferencia de clausura de Anna Caballé, quien nos recordó la principal dificultad de estas mujeres que eran pioneras / prisioneras que cavaban una trocha para que nosotras pudiéramos recorrer ahora un amplio camino, aunque a veces olvidáramos que el sendero que a veces nos puede parecer tan hollado y trillado costó muchas pérdidas, muchas desilusiones, la puesta en marcha de estrategias sinuosas que trataran de orillar los peligros mayores.
Con la memoria puesta en Juana de Vega, condesa de Espoz y Mina y en Gertrudis de Avellaneda, además de la mención, entre otras a Concepción Gimeno, Anna Caballé concluyó que a lo largo del XIX las mujeres tuvieron que sentirse, primero, conscientes de su propia individualidad y para ello, debieron primero que averiguar qué no querían ser y, solo al final, las que ya alcanzaron conciencia de su propia individualidad, lograron saber lo que querían. En demasiadas ocasiones, no obstante, esos deseos solo alcanzaron a chocar con una realidad, con una sociedad, que no estaba preparada para atenderlos y desde luego admitirlos; de ahí la profunda melancolía que muchos de los escritos, privados o públicos, de la Avellaneda, Rosalía de Castro y otras, rezumaban.
Un estupendo colofón.

No hay comentarios:

Licencia de Creative Commons
Doceañista by Marieta Cantos is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.