Como recuerda muy bien Ramón Solís en El Cádiz de las Cortes, el café era una institución muy arraigada en el Cádiz del XVIII, aunque no creo que en esta ciudad fuera donde se inauguraran los primeros cafés. Parece, por el contrario, que el primero de ellos se inauguró en Sevilla en 1758, un siglo después de que se abriera en Oxford (1650) el primero europeo, seguido de los de Marsella (1661), París (1672) y Viena (1683). Venecia se pondría de moda a principios del XVII con cafés como El Florian (1720). En todo caso, el café sí evidencia el aire cosmopolita de la ciudad.
Las Actas capitulares del Ayuntamiento gaditano solo nos dan noticias a partir de 1770, aunque
tratándose de arbitrios —impuestos— esto significa que pudieron existir antes; y,
efectivamente, la Pensadora en el “Pensamiento XVIIº”, en que se trata “De la
Sociedad”, (1763, t. II), hace referencia a estos locales y a una conversación, supuestamente mantenida en uno de ellos, acerca de los disparates de peluqueros,
zapateros, tabaco y dados, únicas materias que son admitidas tanto en las
charlas de cafés como de en las concurrencias de la “comedia y alameda”. La
crítica que hace "La Pensadora" a los caballeros que asisten a estos lugares de
esparcimiento es que solo ocupen su ocio en juegos de dados, demostraciones de
baile, de agudezas, galanterías y conocimientos de modas y desdeñan todo ocio útil.
Pocos años después es el sainetero Juan Ignacio González del Castillo quien en El café
de Cádiz pone de manifiesto cómo para los hombres de su siglo este era un
recinto eminentemente masculino. Los hombre suelen acudir a leer la prensa a informarse de sus intereses económicos y no acostumbran a permitir la entrada a mujeres. Por eso Frasquito, el empleado, trata de impedir a Manolo que entre en el lugar acompañado de dos majas.
El oficial Narciso trata de interceder ante las damas haciendo comparecer al
dueño del establecimiento, pero este rechaza su propuesta al asegurar que
tienen una notificación y multa por haber desobedecido la orden que prohíbe que
las mujeres entren en este tipo de locales. Narciso asegurará al dueño que él se
hará cargo de la posible multa y Manolo entra en el café acompañado de Pepa y
Curra. El arreglo no parece durar mucho, pues unos piropos de los usías a las majas dan lugar a una bulla que
provocará la llegada de un Ministro de la Justicia, que terminará por imponer una nueva
sanción al dueño del café.
Llegados los años de las Cortes, estos locales irán adaptándose a los nuevos usos sociales y ampliando sus servicios para tratar de atraer a mayor clientela. A la altura de 1810, los cafés son ya locales de éxito, frecuentados por una concurrencia que al tiempo que degusta el café pasa sus ratos de ocio entre chismorreos y anécdotas, como la que circula sobre la mujer de Napoleón:
"Se ha oído en los cafés la anécdota de que Josefina dijo un día a
Bonaparte que despidiese de su servicio al consejero de estado
Treilhard, por ser un bribón. Si yo echase, respondió el francés, a
todos los pícaros y bribones que me rodean, muy pronto dejaría de
reinar: yo los desprecio, pero es necesario emplearlos" (24 de octubre).
No es difícil imaginar que la lucha contra el francés diera pábulo a todo tipo de rumores, chascarrillos y sátiras. Por otra parte, como indicaba antes, a medida que la afluencia de foráneos a Cádiz es mayor, los cafés, como cualquier otra tienda, compiten en ofrecer un surtido variado, atractivo y novedoso y los comerciantes se sirven de los cafés para acomodar mejor la venta de sus productos:
"Don Pedro José de Seras ha establecido en la Isla de León, calle de San
José, la fábrica de aguardientes y licores finos que tenía en el Puerto
de Santa María. Quienes gusten de ellos los encontrarán en Cádiz en el
refino de la calle del Fideo, frente a la del Aire y en el café Petit
Versailles" (11 noviembre).
¡Magnífico nombre para un café con aspiraciones!
Desde luego que es 1811 el año en que por la efervescencia de los debates de las Cortes y por la ansia del público por entretener sus ratos de ocio cuando la prensa nos da más información sobre los más afamados cafés, como el del León de Oro, situado en la calle Nueva, donde eran frecuentes las tertulias tras el almuerzo. El café del Comercio servía también de centro de reunión de muchos parroquianos que, alentados por el espíritu patriótico del momento, fueron capaces de reunir y donar 500 reales en favor del Hospital. No faltan noticias de otras iniciativas patrióticas similares protagonizadas por varios mozos del café de Cossi de la calle San Francisco.
Pero sin duda el café más innovador fue el del Correo, que además de café, vendía "a dos reales de vellón la limeta de sidra, con la posibilidad de despacharla por mayor y menor al que la necesite (...) y de facilitarla fría.
Pero sin duda el café más innovador fue el del Correo, que además de café, vendía "a dos reales de vellón la limeta de sidra, con la posibilidad de despacharla por mayor y menor al que la necesite (...) y de facilitarla fría.
Se conoce que la nueva estación invita a propuestas más refrescantes, de modo que Francisco de Celis, dueño del "nuevo café del Correo, inmediato a San Agustín, en la esquina de
Rosario y la calle de la Verónica", anuncia la venta de "todo
género de helados y líquidos fríos, que atraen a las señoras de esta
ciudad. Pocos días más tardes, un nuevo aviso anuncia la venta "a tres
reales el vaso de mantecado y demás frutas, sorbetes helados y líquidos
fríos". Aún más, se asegura que, "en el café del Correo, junto a San Agustín, entran señoras por
todas sus puertas y por otra nueva en la calle del Rosario, junto a la
antigua nevería mayor. Estará iluminado todas las noches, y no se
despachará más que helados y fríos. Se vende nieve por mayor y menor".
Lógicamente el verano debió facilitar la el consumo de estos refrescos y el café de Las Cadenas, no dudó en adoptar esta iniciativa, así que en el mes de agosto anunciaba la venta de cada vaso de sorbete de todas clases
y líquidos a 3 rs. v[elló]n., y de agua de nieve con un panal o esponjado, a
real de vn.
Quizás porque tales ideas dejaban de ser novedosas o bien porque la estación primaveral del año doce requería otro tipo de productos, su propietario anunciaba "a cinco reales libra por mayor y seis por menor, café molido con el
secreto de su clarificación; a veinte reales cada botella de ron
superior prueba de aceite. Se venden en el Café del Correo, todo de
superior calidad. (28 de marzo de 1812).
Según Ramón Solís, Francisco de Celis vivía en la calle del Rosario con su esposa, mayordomo, cuatro criadas y 23 mozos de café y señala Adolfo de Castro que su patriotismo había llevado a ofrecer a la Regencia acoger a 30 militares que hubieran quedado incapacitados, ofreciéndoles comida y 5 reales a cambio de los servicios que pudieran ofrecer.
El caso es que estos cafés, además de centro de reuniones y tertulias, por ser locales tan frecuentados servían tanto de referencia para indicar la ubicación de otros
establecimientos en calles adyacentes, como para dar razón sobre estos o recibir recados sobre diversos asuntos, de que se dan noticias abundantes en los periódicos de la época.
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Frente a algunos establecimientos cafeteros menos conocidos como el del Ángel, en la calle Santo Cristo o el de González Liennes, los más afamados eran el de Apolo y el de Orta, conocido como café de los Patriotas. Esta publicidad les ocasionó serios disgustos con la Inquisición que abrió una causa contra este último café, por las actividades que habían tenido lugar en el año 1813. También se interroga al dueño del café del Correo, José Rodríguez sobre las lecturas públicas de periódicos —principalmente varios liberales y exaltados—, por parte de José Bonhome, apuntador en el teatro del Balón, que obtenía así alguna pequeña remuneración o limosna que le ayudaba a mantener a su mujer y sus cuatro hijos.
Afortunadamente hoy podemos gozar de buenas conversaciones, de interesantes tertulias, sin que la Inquisición venga a molestarnos. Como recordábamos anoche, día de la libertad de expresión en el Café de Levante que regenta la inquieta e incansable Teresa Torres, que ha organizado el ciclo "Mujeres en el café", para compensar tantos años de exclusión femenina, que aún se mantiene en otros ámbitos más elevados.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho este repaso por los cafés gaditanos de hace 200 años y ver su importancia socioeconómica.
Mañana espero poder asistir a la tertulia de "Tabernas y Cafés" de la UCA para aprender mucho más de este interesante y ameno tema.
Un saludo
Gracias, Isabel. Estoy segura de que aprenderás y te divertirás.
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