Como mostraba unos días atrás Alberto Ramos en su blog, a propósito de San Antonio, un grabado de época recogía así lo que fue una de las más indignas represiones de que fue objeto la ciudad de Cádiz en 1820.
La víspera una multitud se había manifestado a favor de la nueva jura de la Constitución de 1812, lo que fue visto con malos ojos por un ejército que se consideraba leal a Fernando VII. Todo ello sucedía en medio de un clima revolucionario en el que se llevaba a cabo un nuevo intento de acabar con el poder absoluto del monarca. Así se había producido el levantamiento de Riego, mientras Quiroga aguardaba en San Fernando poder entrar en la capital gaditana.
La mañana del día 10 las tropas acuertaladas en la Bomba deciden impedir la jura de la Constitución y, de acuerdo con otros batallones como el de la Lealtad, se dirige por el Mentidero y la calle Veedor hacia San Antonio. Allí los soldados empiezan a disparar contra la población que se arremolinaba en espera de la próxima celebración constitucional. Sin que pudieran preverlo, los soldados se dirigen a ellos, encañonándolos con sus fusiles, por lo que muchos corrieron a sus casas, otros lograron refugiarse en la iglesia de San Antonio y algunos en el café de Apolo. Los que no pudieron encontrar asilo en lugar seguro hallaron la muerte o resultaron heridos. El número de estos es difícil de averiguar, pero parece que alcanzó a medio centenar.
Algunos datos más pueden leerse en la Historia de Adolfo de Castro, que acusa al otrora héroe de la Independencia, Freyre, de no haber previsto el descontento del ejército y no haber actuado con la autoridad y firmeza necesarias, aunque también acusa a otros militares como Campana, Valcárcel o, entre los revolucionarios indecisos, a Quiroga.
Algunas de estas cuestiones las abordaremos en el próximo Congreso Internaciona Liberal «La represión absolutista y el exilio», los próximos días 6-8 de mayo.
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