A partir de los
estudios realizados por Ana Mª Freire en Madrid sobre el teatro en la Guerra de
la Independencia y los de Mª José Corredor sobre las piezas musicales dentro de
la obras teatrales antifrancesas, María Gembero observa que, para el caso de
Madrid, entre 1808 y 1814 abundan las comedias de autores de finales del XVIII
como Gaspar de Zabala y Zamora, y principios del XIX como Francisco de Paula
Martí con ilustraciones musicales de las mismas épocas Blas de la Serna en el
primer caso y Manuel Quijano para el segundo. Al mismo tiempo, señala que
óperas y operetas fueron los géneros musicales más apropiados para vehicular los
ideales políticos, por su carácter alegórico, así como el melólogo; si bien se
siguió cultivando la tonadilla, de carácter más popular.
En otras ciudades como Málaga y Sevilla, lo más significativo es que las
autoridades municipales eran bastantes reacias al teatro, lo mismo que la Junta
Suprema cuando se instala en Sevilla en 1809, y que la situación cambia en
ambas ciudades durante la ocupación francesa, pues rápidamente se ponen en
escena funciones teatrales, operísticas y de ballet, para festejar a las nuevas
autoridades. Del caso gaditano y, siguiendo a Villalba, María Gembero sólo
menciona La triple alianza, himno cantado
en el Teatro de Cádiz en 1812, con la misma música del himno lusitano,
compuesto en Londres por el J. D. Bomtempo, del que existe un ejemplar en la
Biblioteca Pública de Cádiz; pero la realidad es desde luego mucho más rica.
En el reciente estudio realizado por Alberto Romero, se pone de
manifiesto cómo la música escénica cobró un papel fundamental. Las
representaciones se desarrollaban en diferentes locales desde el teatrito de la
«Posada de la
Academia» al Teatro
Principal. Ya en 1809 como recoge Ana Mª Freire se cantaba Las cuatro columnas del trono español. Opereta alegórica, obra de
Freire Enciso Castrillón. Los año de 1810 y 1811 fueron, en cambio, bastante
problemáticos, pues el 31 de enero de 1810, sin previo aviso, se dio la última
función en el Coliseo de la ciudad. El enemigo empezaba a cercar la ciudad y no
se creyó conveniente realizar los preparativos para la próxima temporada. Meses
más tarde, cuando parece que el peligro no es tan grande, se produce un debate
sobre la necesidad de reabrir el coliseo, pero esto sólo se logrará finalmente
el 20 de noviembre de 1811, si bien algunas representaciones teatrales tuvieron
lugar en el salón de la Posada de la Academia[1]. En
todo caso, la cartelera de esos cuarenta días que transcurren desde la reapertura
del teatro el citado día 20 y hasta el 31 de diciembre de 1811 no parece haber
variado mucho en lo que a gusto se refiere respecto del teatro que solía
representarse a comienzo de siglo, pues la función del día 20 (comedia en tres
actos, El Desdén con el desdén, dúo
de la Sra. Manuela Morales y el Sr. Segura, boleras de la Sra. Martínez y el
Sr. Mariano García, y el sainete El avaro
arrepentido) no parece diferir mucho de la que había tenido lugar, por
ejemplo, el 9 de noviembre de 1806:
En el coliseo de esta ciudad se representará esta noche la comedia antigua
en tres actos, nunca representada en este teatro, titulada Obras son amores
y no buenas razones, de Frey Don Lope de Vega Carpio; concluida se cantará
una composición de don Esteban Cristiani por los Sres. José Segura, Miguel
Gomara y Antonio Pineda, y se dará fin con el sainete titulado El baile
desgraciado[2].
Efectivamente, la combinación comedia barroca, número musical y sainete,
en este caso, además, uno del gaditano González del Castillo que incluía
números de baile, dan una idea de lo que acabo de sostener. Por otra parte, del
examen de la cartelera teatral de esos cuarenta días de noviembre se deduce que
el número de ejecuciones de bailes y canciones es sumamente significativo,
además de la notable variedad de modalidades dentro del gusto refinado y
popular. Entre las canciones destacan las arias, incluidas las joco-serias y
bufas, dúos de ópera, polaca, cavatinas, así como las canciones patrióticas,
mientras entre los bailes se ponen en escena el minuet, la alemanda, el padedú,
el minuete alemandado, el minuete afandangado, la inglesa, la guaracha, el
fandango, las seguidillas manchegas, el zapateado, y sobre todo las boleras que
constituye algo más del 27% del total de la ejecución de bailes y canciones de
esos meses. Si a esto sumamos que las representaciones solían incluir comedias
o dramas, seguidas de la combinación tonadilla y sainete, o bien, baile y
sainete, o canción, baile y sainete, es posible hacerse una idea de la
importancia de la música y el baile escénico, fundamentalmente de gusto
popular, aunque no por ello la ópera o incluso la sinfonía de gran orquesta
dejara de tener cabida para las grandes ocasiones. También conviene destacar que
ni siquiera en los días de Navidad se dejaron de incluir tonadillas, sainetes,
y bailes, pues durante los días 23 a 25 de diciembre se representaron los
sainetes El muerto vivo y La maja majada, la tonadilla Las gallegas celosas, así como seguidillas manchegas, boleras
y fandangos. La diferencia con el teatro de la etapa anterior radica, pues, en
la inclusión de obras patrióticas como la España
encadenada, El valiente Espoz y Mina
y la Entrada del Empecinado en Valencia,
así como canciones patrióticas y marchas nacionales. Es de notar que estas
obras se representaban durante varios días seguidos, algo no muy habitual[3].
¿Y qué fue de la música de 1812? Lo veremos.
[1] Si se
mira el Diario mercantil de Cádiz de
13 de marzo de 1811, se comprueba que «en
la sala alta de la posada de la Academia se da la función de máquina real, que
contiene figuras de movimiento. Harán la pieza “La segunda Edad del Mundo y el
Arca de Noé” con música. Cf., p. 4.
[2] Añade la nota del periódico: En esta
función hacen los principales papeles las Sras. Mariana Bermeja, Ramona García
y Teresa Canal; los Sres. Antonio Rosal, Joaquín Caprara, Francisco Domínguez y
José Morales. A las seis. Cf., Diario Mercantil de Cádiz de 9 de
noviembre de 1806. Pueden verse algunos datos más en mi trabajo «José Sanz Pérez y el
andalucismo teatral del siglo XIX»,
en Manuel García: de la tonadilla
escénica a la ópera española (1775-1832), Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Cádiz, Cádiz, pp. 87-106.
[3] Véase, por ejemplo, la
cartelera del día 7 de diciembre de 1811, Diario
Mercantil, p. 4.
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