Además de lo comentado en entradas anteriores, y lo que he publicado en otros trabajos, cabe recordar que la música en
el Cádiz de las Cortes era muy rica
La música sonaba constantemente en la calle, ya sean las conocidas seguidillas satíricas contra Soult, que conjuraban el miedo a las bombas francesas, ya una caramañola nueva, ya los diversos canciones e himnos patrióticos, con que se alentaba la lucha contra el francés.
Juan Bautista de Arriaza, cuyo Himno de la Victoria[1]; Los defensores de la patria, con música
de Fernando Sor[2] y Recuerdos del Dos de Mayo, con música de Benito Pérez (1812), lo
consagraron como vate patriótico.
En aquellas circunstancias, junto a las letras de Juan Bautista de Arriaza y
Juan Nicasio Gallego, tuvo particular importancia la obra de Francisco de Laiglesia y Darrac, quien además de
costear la creación de una Academia Militar y de ofrecer espectáculos de
equitación, compuso, entre otras, la canción patriótica «El día de la Nación española: o el Dos de
Mayo», puesta en música por Mariano Ramírez de Ledesma, e impresa en Cádiz
en 1810, al tiempo que fue autor también de la canción «El sueño de mi amor», que junto con «El propósito inútil», «Cuando al campo salgo», ambas de Arriaza,
forman parte de las famosas Seis
canciones españolas con acompañamiento de piano forte o harpa, dedicadas a las
damas españolas, amantes de la música, por M. de. L. (1810).
Entre las curiosidades que aún esperan
su digitalización, cabría destacar la «Canción de los defensores de la Patria», de Jimeno, acompañada
a piano solo y transportada para el uso de su discípula Dª Pasquala de Pedro;
la «Caramañola
nueva: sacada por una señora española, por lo sucedido con nuestro soberano, y
pasajes del día 2 de mayo: compuesta para poderse cantar» (Cádiz, Manuel Ximenez Carreño
18--?), que cuenta con otra edición madrileña en la imprenta de la viuda de
Caballero, una de las pocas canciones atribuidas a una dama, y que se inspira
en la rebelión popular acaecida un año antes de la famosa victoria de Bailén,
que daría origen a otra conocida carmañola, de la que da cuenta María Gembero[3], a
partir de la incluida en las Memorias de
un setentón de Mesonero Romanos.
Apenas se sabe
nada tampoco de obras de autoría femenina como la Canción patriótica a los alumnos de la Academia Militar de la ciudad de
San Fernando, por la Sra. D. J. M. o de la Canción a los Realistas de
esta Corte (1814), por doña P. G.; tampoco de la
obra de Mª Dolores Estepar Bobbit, casada con el militar Ramón Acedo Rico, hijo
del Conde de la Cañada. Mª Dolores puso música con acompañamiento de
pianoforte a El Eco de Freire Castrillón y algunos
años más tarde publicaría, junto con una cavatina de la ópera El Barbero de Sevilla colección de valses para pianoforte, dados a la
imprenta en Madrid (1817) por Bartolomé Wirmbs, director del establecimiento de
grabado y estampado de música, bajo la protección de la Real Sociedad Económica
Matritense[4].
En la próxima entrada, hablaré de la música en los teatros.
[1] Una
edición de este himno, de 1811, se conserva en la Biblioteca Nacional, Sala
Barbieri. Existe otro Himno de la
Victoria, este de 1808, con música de Juan Bautista Longarini en la misma sala.
No me ocupo aquí de la
música de bandas militares. Sobre este aspecto pueden verse algunos apuntes en
el trabajo de Antonio Mena Calvo, «La música y la Guerra de la Independencia», op.cit.
[2] Fue autor de numerosas y
afamadas composiciones como el Vals de
Ballesteros (1808).
[3], María Gembero
Ustárroz, «La música en España e Hispanoamérica durante la
ocupación napoleónica (1808-1814)», en Cortes
y revolución en el primer liberalismo español. Actas de las sextas jornadas
sobre la batalla de Bailén y la España Contemporánea, Ayuntamiento de Jaén,
Universidad de Jaén, Diputación Provincial de Jaén, Jaén, 2006, pp. 173-231.
[4] Marieta Cantos Casenave, «La Conjura de Orfeo. Música en tiempos de guerra (1808-1814)», en España contemporánea: Revista de literatura y cultura, ISSN 0214-1396, Tomo 21, Nº 2, 2008 , págs. 67-80.
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