Translate

sábado, 8 de diciembre de 2012

Callejero del Doce. Calle Feduchy, calle de comedias.

          La calle Feduchy se denomina así desde 1888 y debe su nombre al marino gaditano Rafael Feduchy (1822-Madrid, 1902) que llegó a ser Comandante general del Apostadero de Filipinas y Consejero Supremo de Guerra y Marina, así como vocal del Centro Consultivo de Marina, desde que el votó la adjudicación para Cádiz de la construcción de tres cruceros de guerra en 1887.
         En el libro de Adolfo de Castro Nombres antiguos de las calles y plazas de Cádiz (1857), esta calle aparece con la denominación  «de las Comedias» (1680 y 1855) y se había llamado previamente calle «Baja de las Comedias»  (1660) y «de Juan Cetín», en honor del regidor de este nombre, que vivía en esta calle con sus hijas hasta que, por tener que trasladarse a México, vendió su vivienda a los regidores Esteban Chilton Fantoni -sobrino suyo- y Francisco Manito.  
           Otros nombres que ha tenido esta calle son los de «José Cadalso» (1855-56), «Carlos Marx» (1932-33), «Jerónimo Giménez» (1933) y, de nuevo, desde 1936, «Feduchi», en el tramo que va desde la plaza del Palillero a la del Cañón.  
En los años de las Cortes, Francisco Martínez de la Rosa se alojó en el nº 23 de Comedias, justo en la casa (hoy nº 6) de los comerciantes granadinos Martínez Rivera y compañía.

          En 1914 además del convento que figura en la guía de ese año como «de Candelaria»  -con su abadesa Carmen Pujol, al frente-, con entrada por esa calle, unos cuantos negocios nos recuerdan a los que hoy continúan o la han hecho hasta fechas recientes. Es el caso de la farmacia de José María Núñez, que vivía en el número 3 y ubicaba su negocio en la accesoria, una peluquería en el número 4, a cargo de Manuel González Recio, los almacenes de Castro y Ojeda en la accesoria del número 9, la imprenta de Manuel Álvarez Rodríguez, en la accesoria del número 12, la tienda de comestibles de José Cobos Pérez, en la accesoria del 22, la tienda de tejidos de Hervías Hermanos, en la accesoria del número 2, la tienda de calzados de la Viuda de la Rosa, en la accesoria del número 1, la sastrería de Viuda e hijos de Tello, en otra accesoria del número 1, la carbonería y tienda de vinos de José de las Heras en la accesoria del número 5, o la carbonería de José Cobos Pérez, en la accesoria del número 19, antecedente de la actual taberna «La Manzanilla».

       Casa Calle Feducy con ambas numeraciones.  Fotografía Alberto Ramos
          La de «Feduchy» ha sido, por otra parte, una calle con mucha historia, como la que debió encerrar el «Centro Republicano Reformista», que tenía su sede en la accesoria del número 14, o la Escuela Nacional de párvulos, que ocupaba los números 2 y 4, el Colegio de señoritas de Clotilde Lloyd, la tienda de comestibles de José Cobos Pérez, la lanería de Elisa Alonso. En ese mismo año de 1914, la calle fue el domicilio de los comerciantes Arturo y Manuel Estrade Barreno (20, Duplicado), el licenciado en Medicina Joaquín Amiguetti, el joyero y anticuario José Andrade García, los maestros Constancio Fernández Nograro, Raymundo Andaluz y Monge y Teodato Saavedra Ruiz. 
          Años más tarde, en 1921 vivía en el nº 1 el catedrático de Medicina P. Millán Guillén y en la accesoria del 1 duplicado (por Columela) tenía su tienda de tejidos Francisco García Merchán, junto a la accesoria 2 donde seguían los «Tejidos de Hervías Hermanos», mientras en el nº 8 estaban los «Tejidos de Vicente Viniegra».    

En el nº 3, la farmacia estaba al cargo de José Cano Núñez y, en ese mismo número, se encontraba la «Escuela Superior Normal de Maestro.      
          En la accesoria del nº 16 se localizaban los vinos «Los Gabrieles», en el nº 19, ahora junto al despacho de frutas de Santos Romero y los cosarios F. Pinto y Cª, José Cobos Pérez, tenía su carbonería, al tiempo que mantenía su tienda de comestibles en la accesoria del nº 22.
         ¡Que la historia mercantil de esta calle continúe, a pesar de la crisis!

jueves, 6 de diciembre de 2012

«Declaración de Cádiz» en la XXII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado (I)

Con motivo de la La XXII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Cádiz, los días 16 y 17 de noviembre de 2012, bajo el lema «Una relación renovada en el Bicentenario de la Constitución de Cádiz», se ha proclamado la «Declaración de Cádiz». Una declaración y una cumbre que homenajea, pues, a los representantes de uno y otro lado del Atlántico que trabajaron en las Cortes desde su inauguración el 24 de septiembre de 1810 en la isla de León, actual San Fernando, para consensuar la Constitución de 1812 y que reactualiza su legado en la fortificación y renovación de los lazos entre nuestras actuales naciones.
           Por ello en el primer punto se declara: «La Constitución de Cádiz de 1812 marca uno de los hitos históricos fundamentales del acervo constitucional iberoamericano, cuyos principios de libertad individual, democracia, soberanía popular, separación de poderes, legitimidad e igualdad jurídica nos permiten reconocernos como iberoamericanos»
          Y, en el segundo, se recuerda que «La Constitución de 1812 contribuyó, en pleno proceso de independencia de las naciones iberoamericanas, a establecer un nuevo ordenamiento político que instituyó la noción de ciudadanía, determinó el sometimiento de los gobernantes a las leyes de la Nación y estableció formas de libre elección de las autoridades»
           Además, en su punto tercero, sostiene que los contenidos y los ideales de la Constitución de 1812, en cuya redacción «participaron activamente, lado a lado, representantes de ambos hemisferios», «contribuyeron posteriormente a definir y enriquecer los marcos constitucionales de los estados iberoamericanos y a consolidar sus procesos de formación».
          El punto cuarto se subraya el avances producido en estos doscientos años,  al destacar
«los procesos de consolidación de la democracia y del estado social de derecho llevados adelante por los países iberoamericanos, que contribuyen a alcanzar los objetivos de bienestar general, de inclusión y cohesión sociales, de equidad y de solidaridad; y que abren nuevas y promisorias perspectivas para potenciar los vínculos de la Comunidad Iberoamericana y disminuir las asimetrías existentes entre nuestros países»

          Aunque es evidente que este tipo de declaraciones constituyen una manifestación de intenciones, también es cierto que llevan un importante trabajo previo, que permite augurar que algunas de esas intenciones marcarán los objetivos estratégicos de las políticas de nuestros países iberoamericanos.
          Así, el punto quinto pone el acento en la búsqueda del bienestar de los pueblos: «Partiendo de esos principios y de los valores del acervo político, económico y social de la Conferencia Iberoamericana, es necesario mantener una presencia relevante en la agenda internacional, aprovechar eficazmente las oportunidades que ofrecen nuestros vínculos con otras áreas del mundo y participar en un proceso de crecimiento conjunto y desarrollo sostenible centrado en el bienestar, para satisfacer las necesidades concretas de nuestros pueblos, especialmente la erradicación del hambre y de la pobreza extrema y la reducción de la pobreza, la igualdad de oportunidades, la disminución de la inseguridad, el aumento en la cobertura, la mejora de la calidad y el acceso equitativo a los servicios básicos y a la seguridad social, la creación de trabajo decente y de calidad, la igualdad de género y la protección de los derechos de los grupos más vulnerables».

          El punto sexto pone su acento sobre la cultura y a ella dedicaré su oportuna entrada, pero no quiero dejar de consignar los seis ejes fundamentales, en los que se van a centrar los esfuerzos de los próximos años: a) el desarrollo económico al servicio de la ciudadanía; b) el desarrollo de las infraestructuras en ámbitos como el transporte, las telecomunicaciones, la energía y el uso y la gestión sostenible del agua; c) la promoción de Iamicro, pequeña y mediana-empresa para incrementada productividad y la competitividad, así como para estimular los procesos de innovación; d) el fortalecimiento institucional; e) la educación y el impulso al espacio cultural iberoamericano y su potenciación como factores de inclusión social y de crecimiento económico; y f) el impulso a la creación de trabajo decente, que es también eje vertebrador y transversal de nuestras acciones en el ámbito económico.
          El texto completo puede leerse aquí.

martes, 4 de diciembre de 2012

«Discurso en defensa del talento de las mujeres», de Mª Josefa de Amar y Borbón (I)

          Según Mª Josefa de Amar, el entendimiento de las mujeres -su capacidad intelectual- era uno de los puntos más debatidos por los hombres y esto es fácil de comprobar, si repasamos la multitud de discursos que tenían por objeto dilucidar el lugar que debían ocupar las mujeres en la sociedad del XVIII así que decidió aportar su visión y su experiencia. Para ello, en su Discurso en defensa del talento de las mujeres, empezaba por recordar la discriminación masculina en el trato con las damas:
«Por una parte los hombres buscan su aprobación, les rinden sus obsequios,
que nunca se hacen entre sí; no las permiten el mando en lo público, y se le conceden absoluto en secreto; las niegan la instrucción, y después se quejan de que no la tienen: Digo las niegan, porque no hay un establecimiento público destinado para la instrucción de las mujeres, ni premio alguno que las aliente a esta empresa». 
Y, a pesar de esa falta de instrucción -aseguraba Josefa de Amar-, daba la impresión de que, aceptado el dominio femenino, eran de temer sus errores por las consecuencias que tenían en el mundo masculino, lo que le hacía a la zaragozana plantearse: «si los vicios de las mujeres tienen tanto imperio sobre los hombres, convengamos en la igualdad física, sin negar por esto las excepciones que convienen a cada sexo».
          Por otra parte, lamentaba lo que consideraba el mayor daño, privarlas del placer de la instrucción, hasta el punto de hacerlas asumir el prejuicio de que sólo en la actividad manual podían desplegar su talento:
           «No contentos los hombres con haberse reservado, los empleos, las honras, las utilidades, en una palabra, todo lo que pueden animar su aplicación y desvelo, han despojado a las mujeres hasta de la complacencia que resulta de tener un entendimiento ilustrado. Nacen, y se crían en la ignorancia absoluta: aquellos las desprecian por esta causa, ellas llegan a persuadirse que no son capaces de otra cosa y como si tuvieran el talento en las manos, no cultivan otras habilidades que las que pueden desempeñar con estas. ¡Tanto arrastra la opinión en todas materias!».
          Así, negándoles incluso la posibilidad de adquirir otras capacidades, era fácil justificar el rechazo a cualquier propuesta para que las mujeres colaboraran en pie de igualdad con los hombres al progreso del país. Una cuestión era la participación de mujeres excepcionales, como la propia Mª Josefa de Amar, o Mª Quintina Isidra de Guzmán o la Condesa de Benavente y, otra muy distinta, la consideración de esta colaboración en términos generales; claro que, como argüiría muy bien Mª Josefa, no se trataba de facilitar el acceso de las mujeres a la actividad pública, sin ningún tipo de criterio, como temían algunos miembros de la madrileña Sociedad Económica de Amigos del País, sino de discernir los criterios que permitieran la cooperación positiva al bien común: 
          «El recomendable Socio, que se opone a la admisión de las mujeres, funda su dictamen, en que admitidas unas, se extenderá la gracia a todas, lo qual será al principio, en mucho perjuicio de la Sociedad, y al fin podrá causar su ruina. No niega que puede haber alguna, capaz de grandes convinaciones, de una constante meditación, de la constancia y sigilo necesario, pero hace comunes, y propias al sexo la petulancia, los caprichos, la frivolidad, y las pequeñeces. No halla edad, en que puedan ser las mugeres convenientes, porque en la niñez, y juventud serían inútiles, y perniciosas, en la vejez, molestas y pesadas. Dice más, que sólo irían a aumentar el tumulto, y desorden de las Juntas, y no a ilustrarlas, porque carecen de principios elementales, como necesita este cuerpo. Aún su contribución pecuniaria es despreciada, si supone primero la admisión de esta clase.»


         El socio en cuestión era Cabarrús y, por eso, había que afinar aún más los fundamentos de su argumentación, como efectivamente haría la zaragozana, pero de eso hablaremos más adelante.
Licencia de Creative Commons
Doceañista by Marieta Cantos is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.